Diego Costa, ese delantero disruptivo...

Diego Costa reúne todos los demonios y todas los dudas de la lista de España. Para empezar, no es español, ‘estrictu sensu’, aunque sí sea español de papeles y de algo más. Nacido brasileño, cuajó como jugador en Portugal y vino muy pronto con nosotros, a través del Atlético. Luego le completaron sucesivas cesiones al Albacete, el Valladolid, el Celta y el Rayo Vallecano. En cada caso dejó un sello de delantero grande, con un punto borde que no terminaba de justificar con su calidad... o sí. Cada vez lo fue justificando más. Delantero intrépido, agresivo, faltón. Disruptivo, por utilizar un término nuevo.

Disruptivo porque irrumpe en un puesto en el que vivíamos un consenso irreal. Del Bosque nos llevó a la Eurocopa de Polonia-Ucrania con la duda de quién era el delantero centro. No sólo eso. La duda era si habría o no delantero centro. De hecho, empezamos sin ninguno, con Cesc haciendo las funciones de tal. Y así seguimos toda la Eurocopa, trampeando con o sin ‘nueve’ clásico. Me acordé en ese campeonato de tanto nueve ‘escaqueado’ como nos ha mostrado el gran fútbol: Sindelaar, Hidegkutti, Di Stéfano, Cruyff... Pero, milagro, jugamos sin nueve y un nueve, Torres, fue el pichichi. ¡El fútbol!

Diego Costa es un gran nueve. Un tipo duro, apto para meterse ahí dentro, entre los cocodrilos de la defensa rival, a los que nunca temerá. Es tan agresivo como el defensa más malevo. Y es un gran contraatacador. Pero tenemos un problema con él: le dolía determinado músculo y tuvo la ilusión casi infantil de que una fantasiosa doctora serbia le curaría antes de tiempo. Y no, no hay milagros. Los milagros están en la Historia Sagrada. Diego Costa arrastra aún su dolor y ese músculo que no reparó la placenta de yegua es hoy el centro de las dudas de la lista de Del Bosque para el Mundial de Brasil.