Tengamos la fiesta en paz
Va a ser una final europea apasionante, sin parangón, entre dos equipos que son de la misma ciudad. La primera vez en la historia. Un derbi con todos los alicientes, pero también una responsabilidad para demostrarle al mundo lo grandes que pueden ser dos aficiones rivales, pero con principios. No permitamos que los indeseables trasladen la imagen que no corresponde, como ya ocurre con el racismo. Esto es fútbol con mayúsculas. El Atlético, con la ilusión disparada de intentar la primera Copa de Europa de su historia, y el Real Madrid, en el que debería ser su hábitat natural, aspirando a convertirse en el primer club que alcanza los dos dígitos en cetros continentales, una epopeya.
Cada uno tiene sus argumentos para soñar. El Madrid cuenta con la experiencia, la de su entrenador y el incontestable peso de su historia; tiene a Cristiano Ronaldo, sobre todo, y a Bale, el recuerdo cercano de Múnich, la jerarquía de Modric y la seguridad de Sergio Ramos y Casillas. Es el claro favorito. El Atlético, por su parte, es un ejército de creyentes, con Simeone como tótem, las manos de Courtois, el influjo presente o no de Diego Costa, la magia de Koke, el peligro a balón parado y la fuerza para levantarse aún más fuerte de cualquier adversidad.