La amarilla con el ‘trece’ de Courtois
Soy músico y ligeramente supersticioso. No soy un enfermo de los sombreros sobre la cama o las escaleras abiertas en plena calle, pero jamás saldría vestido de amarillo a tocar sobre un escenario. Me provoca sensaciones raras semejantes al pánico. Una vez Joaquín Sabina, con quien trabajo hace mas de 30 años, me regaló una cazadora amarilla y me la puse para el concierto: todo salió mal. ¡Me la quité inmediatamente! ¡Nunca más!
El año pasado me tocó actuar en Barcelona, en Luz de Gas, el día de la final de Copa contra el Madrid que se jugaba en el Bernabéu, por lo que no podría ver el partido ni en el campo ni en televisión. ¡Pero tuve una corazonada y me lo jugué todo a la amarilla de Courtois!
Pedí en el club la camiseta amarilla con el ‘13’ de Courtois (el 13 es mi número: nací un día 13) y Emilio Gutiérrez me la regaló y me la llevé a Barcelona. Toqué con ella... ¡en el escenario! Y ganamos. Fue una cosa curiosa ir cantando canciones y preguntando de vez en cuando a los técnicos de escenario y monitores que había por allí: “¿Cómo va la cosa?”. Y ellos me decían: “Gol de Cristiano de cabeza”... ¡Joder!
Justo acabó el concierto cuando quedaban cinco minutos de prórroga y ya íbamos ganando 1-2. No me llegué a poner la camiseta porque me queda tipo morcilla, ya que es talla pequeña y yo tengo barriga talla M de Mahou, pero presidió el concierto extendida sobre mi mesita. Fue mi bandera.
El otro día viajé a Londres con mi hija Irene para ver en Stamford Bridge el Chelsea-Atleti y nos llevamos la amarilla de Courtois y también ganamos. Ahora mismo estoy en Buenos Aires y no podré asistir al partido en Lisboa... Lo tendré que ver acá en mi Buenos Aires querido a las cuatro de la tarde y, posiblemente, solo en el hotel. Pero, ¿sabéis qué fue lo primero que metí en la maleta cuando me puse a hacer el equipaje para viajar a Argentina?