Neptuno nadó en un océano rojiblanco
Mientras Neptuno parecía emerger en un mar rojiblanco, en cuatro campos de Primera se vivía entre la ilusión, el miedo y el drama. Drama relativamente menor, si como tal se puede considerar el descenso. Pero pudo ser drama mayor a la vista de lo pasado en El Sadar. A veces ocurre: algunos campos están descuidados y la normativa no se cumple. La normativa es todos sentados y ni uno más en la grada de la capacidad de la misma. No se cumple y es hora de que las autoridades, civiles y futbolísticas, se pongan serias en esto. Habrá que ser inflexibles. Pedirle al árbitro que pare el partido.
De hecho es lo que pasó, pero por las malas, con heridos. Paró el partido y retrasó a los otros. Luego, todo siguió adelante y terminó como ya sabrán sobradamente ustedes: con Valladolid y Osasuna descendidos y Granada, Getafe y Almería salvados. Las escenas en este último caso fueron hermosas. Para un Almería, mantenerse es tanto o más (y tiene tanto o más mérito) como para un grande ganar un título. Para Valladolid y Osasuna (un recuerdo cariñoso a Puñal, que se va con este disgusto) es un golpe, pero ya estarán pensando en volver. El Getafe y el Granada respiran. Siguen en Primera. Misión cumplida.
Y, decía, Neptuno nadaba remolcado por sus caballos en un océano rojiblanco. Doscientos mil atléticos salieron a la calle, cubriendo el recorrido desde el estadio a la plaza. No hubo visita a las instituciones, no sé si, como discretamente dice el Atlético, para moderar los festejos con vistas a lo que viene, o más bien porque ‘las instituciones’ estaban en Milán, donde se llevaron un chasco. Ignacio González y Ana Botella, que chuparon mucha cámara junto al nunca bien ponderado presidente madridista, cambiaron el jolgorio atlético por el chasco baloncestístico. Es igual: el Atlético tuvo a su gente.