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Beto para la historia

La tercera. Historia. No hay otra palabra que defina lo que volvió a conseguir el Sevilla. Historia en letras de oro. El club de Nervión se ha reinventado hasta hacer del sufrimiento una feliz forma de vida. Ganar una Europa League tiene un mérito increíble. Pero hacerlo de la manera que lo logró el equipo de Unai Emery es de película de suspense. Otra copa, y ya van 4 en Europa. La época dorada parece no tener fin.

Beto. Nadie podrá decir que esta copa no es la del portero portugués. Al igual que Palop fue el héroe de Glasgow, el luso merece parte de este premio. Mucha parte. Sus dos penaltis de anoche son el colofón a un campeonato de diamantes del meta. Su otro momento álgido fue el penalti que le detuvo a Nono en el Villamarín. Demasiadas cosas han pasado en esta Europa League como para que no terminase recalando en las vitrinas del Sánchez Pizjuán.

Maldición. Bela Guttmann también le echó una mano al Sevilla. El conjunto luso fue mucho mejor, gozando de las mejores ocasiones ante un Sevilla completamente fundido. Sólo el pundonor nervionense hizo que se pudiese llegar a la prórroga. Pero esa maldición pesa y mucho en el equipo lisboeta. Se pudo ver en la cara de sus aficionados durante los penaltis y en las piernas encogidas de los lanzadores. Hasta en eso tuvo el viento a favor el Sevilla.

Protagonistas. Dejando a Beto en el trono de la competición, hombres como Rakitic, dos centrales imperiales, un Bacca que dio hasta lo último que le quedaba dentro, por no decir del esfuerzo incontestable de Vitolo. Todos tienen un pedazo de esa copa. Esa que también queda en las manos del croata de Pino Montano. Habrá que ver si esto le ablanda el corazón y termina por comandar un proyecto de mucho futuro junto a Emery.

Nunca falla. La afición del Sevilla estuvo con su equipo. Como nunca, como siempre. Desde temprana hora se fueron acercando al meeting point organizado por la UEFA. En el Giardini Reale se oyeron cánticos y se vieron bufandas al aire mientras duró la reunión entre sevillistas. Saludos entre amigos como si no se vieran hace tiempo. La emoción de saber que viven un momento histórico. Y si encima aparece César Cadaval, de Los Morancos, y actúa como un speaker cantando la alineación (errando en la titularidad de Navarro) todo coge aroma de sevillanía pura.

La final. El Sevilla no es un novato en finales europeas, ni su afición tampoco. Eso no quita que el síndrome del miedo escénico no coronara la mente de muchos aficionados. “Más suerte ya es difícil que tengamos”, decían algunos, pero fútbol es fútbol, como rezaba el diario La Stampa parafraseando a Boskov, y todo puede pasar sobre un terreno de juego. De bendiciones y maldiciones está el fútbol lleno. Pero la moneda al aire sale sólo de una cara. Y el azar también juega.

Juventus Stadium. Impresionante estadio el turinés: moderno, cómodo para el espectador y en el que se crea un ambiente ensordecedor. Tiene una acústica en ese sentido similar a la del Bernabéu. Pero con dos aficiones tan divididas no se siente tanto el acoso o el apoyo al equipo que lleva la pelota. Magnífico escenario que se quedó sin ver a su dueño, la Juve, cuya afición apoyo más a la sevillista por eso de que fue el Benfica el que los eliminó.