Una Bota muy deseada
Los que sueltan el tópico de que lo importante es el colectivo, que los premios individuales son secundarios, mienten. Decir lo contrario serviría para que les tacharan de egoístas, egocéntricos e insolidarios. Pero todos piensan en esos reconocimientos individuales. El pique entre Di Stéfano y Pelé existió y aún lo arrastran hoy. ¿Cruyff era modesto? ¿Maradona? Todos deseaban ser reconocidos como los mejores del mundo. Y para ello son necesarios premios como el Balón o la Bota de Oro. Cristiano ha tenido que soportar años de aplastante dominio de Messi en esos galardones. Ahora es su turno. Comenzó a saborearlo en enero y puede culminarlo el domingo.
Pero no crean que ahí termina esa sana obsesión. Su mente está ya pensando en la final de la Champions en Lisboa y en hacer un buen papel en el Mundial para asegurarse ser el mejor en la próxima gala del Balón de Oro. Por eso se entiende que el grado de frustración de estos grandes jugadores, cuando les alcanzan las lesiones, sea aún mayor que en el resto. Sufre la baja su club pero la sufren aún más ellos, conscientes de que son oportunidades que no vuelven para establecer nuevos registros y conquistar otros reconocimientos individuales. Insaciables, inconformistas, únicos…, de otra forma no llegarían a ser los mejores futbolistas del mundo. Si el domingo gana la Bota de Oro, habrá réplica para sus compañeros del Madrid, pero la original estará en su museo en Madeira.