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Un interesante modelo de Copa

No vamos a comparar la salud del balonmano con la del baloncesto, porque mientras el primero agoniza, el segundo se mantiene vivo con el dinero que le llega principalmente del fútbol a través de la rivalidad Madrid-Barcelona. Pero fuera de eso, bien haría la ACB en tomar nota. Tampoco está muy lejos de la ASOBAL, donde si hay partidos de la última jornada con 1.650 espectadores (el Villa de Aranda-Aragón), en la ACB los encontramos con 2.000 (el Valladolid-Tenerife), cifra incluso demasiado redonda como para no sospechar, dada su costumbre a inflar sus números. Pues mientras la ASOBAL combate su drama buscando soluciones, la ACB continúa mirándose el ombligo complacida de sus formatos competitivos.

Viene esto a cuento de la Copa del Rey que celebra este fin de semana el balonmano. Una final a cuatro, parecida a la del baloncesto, pero a la que han llegado los equipos después de cuatro eliminatorias. La primera la disputaron los dieciséis de la División de Honor. Los ganadores jugaron la segunda contra los últimos ocho clasificados de la ASOBAL, y dos de ésta fueron eliminados. En la tercera ronda entraron ya los ocho primeros, y entre ellos cayó La Rioja, actual subcampeón y segundo en la Liga. En la cuarta perdió su verdugo, el Barcelona B, y quedó configurada la actual final a cuatro. Un modelo abierto a todos los clubes y a las sorpresas, que bien podía imitar el baloncesto. No es que la de la ACB esté mal, sino que aún puede ser mejor.