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Una segunda vida para el Jarama

Ayer pasé por el circuito del Jarama para comprobar que algunos de sus símbolos más identificativos han desaparecido, como su emblemática torre de control. Ante esa imagen, no he podido evitar cierta nostalgia por una etapa que se cierra, al mismo tiempo que ilusionarme por una nueva que se abre. El trazado madrileño está íntimamente relacionado con lo que empezó siendo mi pasión por el mundo del motor y terminó convirtiéndose además en mi profesión. Allí asistí a mis primeros grandes premios siendo un niño, descubrí lo mal que conducía rodando en su pista y disfrute de momentos inolvidables en todo tipo de carreras y eventos. Un pedacito de la historia del Jarama lo es igualmente de la mía personal, así que me emociona saber que ahora todo ha empezado a cambiar.

El Real Automóvil Club de España, como propietario del complejo, acomete un ambicioso plan de remodelación que pretende darle una nueva vida. Y lo hace con coherencia y realismo, teniendo en consideración las limitaciones físicas del lugar que ocupa pero apostando porque un escenario de su tradición puede mantener su vigencia si se actualiza con acierto. El trazado no variará sustancialmente porque es imposible, no hay espacio para ello, pero la modernización de todas sus instalaciones debería permitir al circuito ampliar su potencial, que es mucho por diferente razones, una de ellas de un valor estratégico incuestionable: su privilegiada ubicación en el centro de España y su proximidad a Madrid. Así que, ya digo, guardemos los buenos recuerdos de nuestro viejo Jarama y preparémonos para disfrutar de todo lo que nos ofrecerá el nuevo…