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Luis Aragonés Suárez. 'In memoriam'

Amanecimos ayer con un sobresalto: ha fallecido Luis Aragonés, el gran decano del fútbol español. Por número acumulado de partidos como jugador y entrenador de Primera División no hay quien se le acerque. Y cambió el signo pesimista de nuestra Selección con su atrevida apuesta en la Eurocopa 2008, aquel equipo sorprendente y bello, cuyo partido contra Rusia en semifinal merecería ser expuesto en el Museo del Prado. Hace algún tiempo que estaba enfermo, aunque no había trascendido. Se nos ha ido con sólo 75 años y le echaremos muy en falta, pero la ejecutoria ahí queda.

Hombre de tendencia huraña, con pocos amigos con los que le unían, eso sí, indestructibles lazos de lealtad mutua. Pero siempre tuvo el respeto de los que no pertenecían a ese círculo, porque ante todo era veraz. No disimulaba, no engañaba. Siempre he pensado que por eso le quisieron tanto todos los futbolistas a los que entrenó, sin excepción conocida. Siempre supieron a qué atenerse con él. No he encontrado nunca un jugador entrenado por él que le haya criticado. Aún más: que se haya abstenido de ensalzarle. También en ese sentido ha sido caso único. Su muerte deja a mucha gente triste.

Hombre del Atlético, carne y sangre del Atlético. Y eso que fue del Madrid, que lo adquirió del Getafe y lo tuvo en formación con distintas cesiones. Cuando el Madrid fichó a Isidro (padre de Quique Flores), marchó Luis al Betis como parte del pago. Cuando Bernabéu lo supo, se disgustó. Sabía que ahí había jugador de verdad. Tenía razón. Fue el máximo goleador de la historia del Atlético, y luego su entrenador en varias ocasiones y su referente ya para siempre. Con la Eurocopa dejó de ser un personaje sólo atlético para convertirse en referente común. Se lleva el agradecimiento de todos. Descanse en paz.