Un Gaspart que quiso ser Núñez
Sandro Rosell abandona el Barcelona con la sensación de haberse quedado a medio camino en su aspiración de ser Núñez cuando de verdad lo que hubiera tenido que ser es un Gaspart mejorado. Como vicepresidente deportivo fue un alfil decisivo en algunas de las mejores operaciones contractuales en la historia del club. Sin Ronaldinho, el Barça de Guardiola no se explicaría. Fue un guerrillero implacable que se conocía todos los atajos en las trincheras en las que habitan representantes, comisionistas y marcas deportivas que esponsorizan a los cracks. El fontanero que necesita cualquier gran presidente.
Pero como a l’Amic Joan (que por cierto sigue siendo el único presidente del Barça en los últimos 30 años que no tiene cuitas pendientes con la justicia, mira qué es rara la vida) el cargo de presidente le vino enorme. Su poca visión comunicativa, su permanente estado de vigilia ante enemigos reales o imaginados acabaron por mediatizar su día a día. Resulta sorprendente ver como un tipo tan listo y dotado para las habilidades sociales como Rosell se encerraba en una torre de marfil en la que únicamente escuchaba a tres consejeros aúlicos y cortaba sus contactos con el mundo real. Cada vez más aislado, más a la defensiva y más perdido buscó la solución en cambiar casi de manera frenética de asesor de comunicación. Si algo puede haber aprendido de esta situación es que se le da mejor buscar buenos delanteros que responsables de prensa.