El cuerpo del portero en estado de alerta
Hay algo en el rostro de Iker Casillas que recuerda la imagen de un filósofo vasco de nombre Unamuno; cuando lo desterraron a Fuerteventura, por orden del dictador Primo de Rivera, arañó su libertad en medio de un desierto y se escapó por su cuenta a París aunque ya había sido perdonado. Una conspiración diabólica ha querido anular a Casillas del universo que él había conseguido crear bajo los palos; pero su resistencia está ahora dando frutos, y como Unamuno ha arañado su libertad sin necesidad de que lo indulten. Él es su propio indulto.
Su parada estelar ante el Espanyol, frente a la aparentemente irresistible arrancada de Córdoba, fue un resumen de su historia como portero, y la ovación que le dieron sus adversarios desde la grada no es sino el reconocimiento que los que saben de fútbol dedican a aquellos que cumplen con su oficio de manera sobresaliente.
Iker Casillas tiene un cuerpo en estado de alerta. No es tan alto como los gigantes, pero toda su humanidad en el campo está al servicio de la inteligencia de parar. No es el mejor del mundo porque lo dicte un papel, ni un entrenador, ni un grupo de sabios, sino porque está constituido por las virtudes de un portero: no tiene miedo, no tiene otra ambición que la de cumplir con su oficio, y no tiene rencor. Sus declaraciones posteriores a esa parada, en las que habló del aburrimiento que le produce la polémica que hay a su alrededor, muestran a un ser humano al que han querido dañar. Y ahora, en una especie de resurrección bienvenida, no adopta la postura del que se venga, sino la generosidad del que se ofrece para seguir en su equipo, que es más suyo que de aquellos que han pretendido ningunearlo.
El Real Madrid tiene ahora dos grandes porteros; su entrenador dice que los dos son titulares. Como suele ocurrir en lo que dicen los entrenadores, aquí hay media verdad, y media mentira. A Casillas no le quitaron la mitad de su titularidad sino que se la usurparon. Ahora, como Unamuno, regresa a la titularidad aunque no lo pongan. Se ganó su libertad.