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En Melbourne se juega con fuego

Durante cinco horas, desde las dos hasta las siete de la tarde, la temperatura en Melbourne superó los 40 grados. Incluso tuvo puntas de 43, registradas en la estación meteorológica del aeropuerto internacional. A unos veinte kilómetros de distancia, en pleno centro de la ciudad, se jugaba al tenis en el Rod Laver Arena. Ningún partido se suspendió. Sólo el que disputaron Putintseva y Radwanska se detuvo durante diez minutos. Tan altas temperaturas no son normales en esta época del año en Melbourne, pero tampoco resultan extrañas. Por algo hay un plan de temperaturas extremas, que por alguna razón no se activó. Todo ejercicio que se realice por encima de los 40 grados entraña un riesgo serio para la salud.

No es suficiente descartar que un jugador pueda sufrir un golpe de calor que le provoque la muerte por el hecho de que su hidratación esté asegurada y la atención médica, también. Lo que sí está garantizado es que el calor acelera el agotamiento y predispone a los calambres. Y lo que es peor: se vienen abajo cuantos consejos se transmiten en materia de salud a la hora de hacer deporte. Jugar al tenis con 40 grados es muy mal ejemplo para los niños. Los jugadores profesionales se quejan del calendario, de la Davis, de las pistas; sin embargo, no se plantan por hacerles jugar en unas condiciones en absoluto recomendables. Si en Qatar no se puede jugar al fútbol a 43 grados, en Melbourne tampoco al tenis. Así de sencillo.