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El odio es como una derrota

Esta imagen se me quedó grabada. Hace unos quince años, un día que estaba a la salida de los vestuarios del Camp Nou, vi y oí a Luis Enrique rechazar contestar a una pregunta sobre el Madrid. “No quiero hablar de mi ex ex ex ex ex exequipo”, explicó el entonces futbolista del Barça. La verdad, no estoy seguro del número de “ex” que usó entonces en esa frase, pero eran muchos. Y muy significativos. Me chocaron su negación a usar la palabra “Madrid” y el odio que emanaba de su persona. Por supuesto no tengo nada en contra de este gran jugador (y seguramente buen entrenador), pero me pregunto si ahora aún siente ese rechazo visceral por el club que tanto le dio. Por esos colores que le llevaron tan alto en su profesión.

Espero que no. Sinceramente espero que la madurez le haya permitido cambiar y que pueda mirar hacia su pasado madridista con paz y tranquilidad. Y, por qué no, con algo de nostalgia. Porque si el odio sigue dominando su ego, Luis Enrique será quien peor lo pase durante el partido. Además, en un día bendito como es el 6 de enero. Pienso, porque ya lo he experimentado en mis carnes varias veces, que el odio es una derrota. Y es exactamente lo que no quiere el deporte. Pretende triunfar, no perder. Por ello hay que desear que el público del Santiago Bernabéu no haga del odio hacia el actual técnico del Celta la cosa más importante del encuentro. Una obsesión insana. Que los insultos y los pitos que saldrán lógicamente de las gradas al principio no se conviertan en la música principal de un día de alegría...