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El Dakar sudamericano me ha conquistado

Madrid

Como tantos otros, supongo, tengo que reconocer que inicialmente lo del Dakar en Sudamérica me parecía un invento sin mucho sentido. Obligada a abandonar África, no podía creer que esta nueva carrera pudiera llegar a compararse con la genuina, con aquélla que había venido siguiendo desde sus orígenes, desde una primera edición que me fascinó siendo yo casi un niño. Pues me equivocaba. Un lustro después de la llegada del gran raid desértico a Argentina y Chile, esta aventura me fascina, diría que tanto como la africana y con algunas ventajas añadidas que considero significativas. Y vaya por delante que lo realmente importante en el asunto que nos ocupa es lo que piensen los protagonistas, los participantes, que en su mayor parte también comparten este entusiasmo por Sudamérica.

El escenario de este reinventado Dakar me parece imponente. Quizá parte de mis recelos procedían de la ignorancia sobre lo mucho que se puede encontrar en estos parajes; los pilotos se enfrentan a desafíos de todo tipo, incluso más variados que antes, entre otras cosas porque la incertidumbre meteorológica también aparece. Las etapas son largas y complicadas, nada de medias tintas por creer que se encuentran en un mundo más civilizado… que sin embargo sí lo es. Me refiero a que la seguridad y la asistencia ofrecen muchas más garantías, algo esencial para la supervivencia de una competición de este estilo. No sé si algún día el Dakar volverá a aquellos orígenes africanos pero yo, de momento, tampoco lo echo de menos.