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La NFL se hace grande en la semana 17

Mariano Tovar

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Con los años nos hemos acostumbrado. Nos parece normal. Ayer domingo nos sentamos a ver la jornada de la NFL sabiendo que los Dolphins, que se clasificaban con ganar, no tenían segura la victoria contra unos Jets que podían haber ido a hacer turismo a Miami; que los Bengals, que casi podían elegir rival en wild card, irían a muerte contra unos Ravens que se jugaban la vida; que los Chiefs, incluso con los suplentes, podían montar el Belén en San Diego.

Ahora imaginad que esta jornada se hubiera disputado en España, con un balón más redondo y con los pies como protagonistas. No voy a entrar en historias de maletines, que como las meigas, no existen, pero haberlas haylas, pero los Jets, salvo que algún incentivo les hubiera hecho cambiar de opinión, se habrían dado un baño de sol en el Sun Life mientras se lanzaban algunos balones para celebrar el final de la temporada, para terminar felicitando a los Dolphins por su merecida clasificación y por haberles pasado por encima.

En esa liga imaginaria ‘a la europea’, los Bengals quizá no se lo habrían tomado con tanta calma, pero seguro que habrían jugado con la oreja puesta en el transistor. ¿Qué pasa en Foxboro? ¿Y en Indianápolis? ¿Y en Miami? Si hubiera hecho falta, un asistente habría dado la vuelta al emparrillado para hablar con la banda contraria y proponer un empatito en caso de que los dos hubieran saliendo ganado. Y a ritmo de “¡Que se besen!” habrían terminado dándose abrazos de enamorados.

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En San Diego los Chiefs jugaron con los suplentes. Y desde que se supo la noticia, las redes sociales estuvieron echando humo, indignadas porque un equipo desvirtuara la competición dejándose ganar en una liga en la que eso no existe. Pero esos mismos Chiefs presuntamente entregados estuvieron a un field goal sencillo de dejar fuera a San Diego. En nuestra mentalidad parece imposible que alguien de descanso a sus estrellas y pese a ello se deje el alma para arrancar una victoria que ni le va ni le viene.

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En la NFL no se regalan partidos. Y menos sistemáticamente. En su momento se criticó mucho a los Colts que, tras la lesión de Peyton Manning, consiguieron ser los últimos de la fila para hacerse con los servicios de Andrew Luck. Yo creo que incluso aquel equipo se dejó el alma en cada partido. Eso que vivimos en las ligas europeas de fútbol en las últimas jornadas de cada temporada, cuando unos se dejan llevar y los que no metían un gol al arco iris empiezan a acumular buenos resultados, o lo que sucede cada temporada en la NBA, con equipos que forman intencionadamente plantillas perdedoras para tener facilidades en la reconstrucción, es implanteable en la NFL. Cada domingo, en cada emparrillado, tiene lugar una batalla en la que nadie se plantea sacar bandera blanca.

Por eso fue bonito ver a los aficionados de los Steelers, el paradigma de la entrega sin condiciones en cada snap, confiados en que podría darse una carambola que en cualquier otra competición del mundo sería imposible. Disfrutando de una tarde mágica que terminó en decepción, cuando Succop falló un field goal de 41 yardas a falta de 8 segundos que hubiera clasificado a los Señores del Acero.

Y lo sorprendente que a nosotros ya no nos asombra, lo increíble que para los aficionados ya es hábito, es que detrás de ese error de Succop no hubo segundas intenciones, primas ni compromisos, no hubo mentiras ni chalaneo. Simplemente hubo deporte en estado puro, emoción a raudales, pasión... y un error arbitral, que no penalizó a San Diego por formación ilegal, lo que hubiera dado una nueva oportunidad de anotar a los Chiefs, cinco yardas más cerca. Los jugadores de los Chargers, que pensaban que se iban a ahogar en la orilla, dispusieron de una última oportunidad en la que tuvieron que dejarse una vez más el alma, porque los Chiefs seguían empeñados en ganar.


Ha terminado la temporada regular de la NFL. Es más, como suele suceder cada año, varios partidos fueron duelos de playoffs adelantados, que nos recordaron la tensión, emoción e igualdad que se vive en los duelos a vida o muerte. Packers e Eagles consiguieron su plaza para wild card en choques imprevisibles, intensos hasta el dolor, brutales. Y solo son un anticipo de lo que nos espera en las próximas semanas, cuando los equipos buenos de verdad pelean a muerte, sin guardarse ni una bala en la recámara, en busca del trofeo más caro de conseguir del mundo del deporte: el trofeo Lombardi.

Parece que fue ayer cuando veíamos el partido inaugural en pantalón corto, con el ventilador puesto y bebiendo cervezas frías para combatir el calor. Cuatro meses después llegué a la semana 17 con la sensación de que esta temporada había sido un paso atrás, quizá un primer síntoma de que la NFL estaba entrando en decadencia con ligero bajón en el nivel de juego, en la calidad de los novatos, en el nivel arbitral, en la nobleza en el juego… Pero después de más de 10 horas de football en estado puro, de momentos inolvidables, finales apretados y sinceridad en cada snap, vuelvo a creer en la NFL, una competición en la que cada jugador se deja el alma en cada jugada, en la que nadie sale a perder, en la que cada resultado es completamente imprevisible y cualquiera puede ganar a cualquiera.

Y ahora llega el momento en el que los doce mejores empiezan de cero. ¿Quién será el ganador final? Yo no lo se. Solo estoy seguro de que nadie le regalará ni una yarda y deberá regar el trofeo con su propia sangre. Esto es la NFL, una liga en la que la palabra grandeza se queda pequeña.

mtovarnfl@yahoo.es / twitter: @mtovarnfl