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¡Y así que pasen otros 30 años!

Han pasado 30 años de aquella gesta que marcó la infancia de mi generación y aquel equipo sigue intacto. Sin duda, esa unión y ese cariño fue una da las claves para lograr la utopía de ganar por diferencia de once goles a Malta como exigía la estadística para clasificarnos para la Eurocopa de 1984. Son aún un equipo por la camaradería, por el buen rollo entre ellos, por las carcajadas a mandíbula batiente paladeando cada recuerdo, por las tremendas ganas de verse para hacer el reportaje (Maceda y Goikoetxea lamentaron no poder viajar a Madrid el día que los citó Chusa en el AS), un feeling que se palpa en la complicidad intacta tres décadas después. Así que pasen otros 30 años que los héroes del 12-1 seguirán siendo un equipazo. Además de obrar el milagro acribillando la red de la portería de Bonello, seis meses después fueron subcampeones de Europa, mereciendo ser campeones por su fútbol épico y vistoso y porque Arconada fue el mejor portero del mundo con el lunar injusto y cruel de la falta de Platini.

España venía de un fracaso rotundo en el Mundial 82. Y el 12-1 sirvió para engancharnos de nuevo a la Selección. El 12-1 sirvió para ir al cole dos días después de cumplir 12 años con la euforia en la sonrisa y con el gallito de José Angel de la Casa al cantar el gol de Señor clavado en el alma que se eriza hasta el lagrimal cada vez que vuelve a verlo. El 12-1 sirvió para vivir con mayor intensidad las victorias en la Euro 2008, el Mundial 2010 y la Euro 2012. Porque aquel equipazo también mereció ser campeón de Europa y del mundo. El 12-1 sirve para hacernos aún muy felices.