Cada vez más lejos de Óliver
Seis rivales superados de un solo y preciso golpeo: contraataque y gol. Fútbol directo. El juego por el camino más corto. El sueño de Simeone. El mejor recuerdo que dejó Óliver de un partido que jugó con el dardo público de su jefe sobre la nuca. Una hora (pese a no acumular cansancio) que se tradujo en números que no le van: cuatro balones robados y ocho perdidos, tres faltas cometidas, un centro al área, tres regates intentados (sin éxito) y sólo 15 pases. El entrenador, por suavizar la tensión desatada, le correspondió esta vez con prosa dulce: determinante, vertical, intenso, incisivo… Pero el chaval no fue nada de eso.
Ni el jugador que le exige el Cholo, pese a los piropos, ni el futbolista que de verdad es o prometía. El que nació para crear el juego y pensarlo, no para acatarlo. Estuvo más pendiente de obedecer que de improvisar, de atender las instrucciones defensivas que de soltarse y volar. No se divierte, sufre. Y eso no es Óliver. Lleva dentro mucho más (en eso tiene razón Simeone) y cada vez parece menos. Pero lo que suena a equivocado es el camino. Este Atlético poderoso, exigente y ganador hoy le pasa por encima. No puede esperarle. Y sin jugar, o jugando a lo que no es, el chico no crece. Toca huir (cedido), no le den más vueltas. Y sin demora.