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El abominable hombre de las nieves

Mariano Tovar

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El domingo yo lo tenía clarísimo. Encendería el Game Pass, recorrería todos los partidos y me quedaría viendo el que tuviera sobre el emparrillado más centímetros de nieve. Y ahí me apoltroné, en el Eagles-Lions. Que también fue el partido que emitió Canal+. Es más, estoy seguro de que es el partido de football más visto en España (y parte del resto del mundo) en los últimos años, si descontamos Super Bowls.

En la redacción del periódico el partido estaba en casi todas las televisiones. A falta de jornada de Primera División, la NFL se llevó todo el protagonismo… y los comentarios. El más repetido venía a cuento por la norma que se va a aplicar en el próximo Mundial de Brasil, donde se permitirá a los equipos pedir al árbitro que detenga el juego para que los jugadores puedan hidratarse cuando las condiciones de calor y humedad sean más agobiantes. “Pues éstos parece que no se quejan por los climas extremos” “¡Joder, si hasta juegan en manga corta!” “¡Y se ríen!” Os puedo asegurar que en una redacción de un diario deportivo habita una tribu de tarados por el deporte. Tipos dispuestos a hacer locuras por un balón (casi siempre de fútbol). Pues el domingo, todos ellos contemplaban los monitores boquiabiertos, ante la dureza y espectacularidad de una competición como la NFL. Por algo será que nuestra Fantasy de AS empezó hace tres años con doce participantes conseguidos a duras penas, este año hemos tenido que crear una nueva, y la lista de espera para cubrir vacantes seguramente nos obligue a abrir una tercera… o incluso una cuarta. La popularidad de la NFL comienza a crecer exponencialmente. El lento goteo de toda la vida ya es un chorrito que amenaza con riada.

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La gente que contempla la NFL ocasionalmente, y desde la lejanía, la suele ver como una competición casi folclórica. Una justificación para que un grupo de tipos se junten en un estadio para comer costillares mientras unos locos acorazados se golpean de mentira ahí abajo. Una especie de lucha libre en la que casi todo está medio amañado. Además, las noticias cada vez más habituales de deportistas con problemas legales suelen echar más leña al fuego de esa visión tan equivocada. Así que una ocasión como la del domingo, en la que el fútbol patrio brillaba por su ausencia (salvo por la decadente Copa) y el zapping se convertía en el deporte de moda en busca de un mísero balón que echarse a la boca, muchos se vieron atropellados por la NFL en su versión más radical. 22 tipos golpeándose sobre más de un palmo de nieve que cubría sus tobillos. Muchos de ellos en manga corta y lanzándose contra el suelo helado, y contra sus rivales, como si les fuera la vida en ello. Y ya sabéis lo que duele un golpe contra la carne helada. Incluso quedábamos sobrecogidos por esa imagen de Calvin Johnson con la cara cubierta de nieve que casi le complicaba respirar después resbalar sobre el manto helado tras una recepción. Los extra points eran imposibles sobre un suelo helado que impedía que el holder controlara el balón, como vimos en el único intento de fieldgoal de todo el partido.

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El espectáculo fue memorable por lo climatológico, pero también por la irrupción de los Eagles en el tercer cuarto, convertidos en los abominables hombres de las nieves. Unos seres míticos capaces de convertir el clima más extremo en su hábitat natural.

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Os confieso que pasé todo el mes de septiembre y gran parte de octubre sin tomarme muy en serio a Chip Kelly y su presunta revolución. Aquel ritmo frenético de su ataque en los primeros partidos, aquellas pancartas con fotografías de Rocky sacando molla, no me parecían serias. No por nada. Después de tantos años, la experiencia dice que las revoluciones no existen, y que descubrir mundos nuevos suele terminar en drama.

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Pero ese ‘Chip way of life’ de las primeras semanas se ha ido reconvirtiendo a una velocidad inesperada. En un principio algunos tuvimos la sensación de que Kelly quería hacer jugar a veteranos profesionales como si fueran universitarios, pero con el tiempo hemos descubierto que Chip lo único que busca es que sus jugadores jueguen, de verdad, al nivel que saben.

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Creo que el entrenador ha ido cambiando de guión sobre la marcha, adaptando su filosofía al complicado mundo profesional, y hacer eso en tres meses tiene un mérito increíble. Más si por el camino te ves obligado a cambiar el quarterback titular, dar consistencia a una defensa que ha recuperado la autoestima en tiempo récord, y replantear tu plan de juego para hacerlo viable frente a equipos que no se dejan amedrentar por un ritmo frenético y saben aprovecharse de los errores inevitables de ejecución que provoca.


Chip Kelly, por encima de cualquier otra virtud, ha demostrado tener un sentido común superior al de la media. Cada vez que ha tenido que tomar una decisión, ha apostado por la más lógica. Y en muchos casos eso ha significado apostar por lo más arriesgado. Este año, por fin, todos los aficionados hemos entendido por qué los seguidores de los Eagles llevan tanto tiempo insistiendo en que Foles debía ser su quarterback titular. El año pasado todos le vimos jugar en el último mes y medio de competición. Vale, no estaba mal, pero tampoco parecía ese mesías que anunciaban desde Filadelfia. Con Kelly, ha surgido un Foles preciso, letal, imaginativo y, sobre todo, muy divertido. Uno de esos quarterbacks que se ganan el corazón de la gente desde el primer momento. Incluso algunos le otorgan el derecho a disputarle al mismísimo Peyton Manning el título de jugador más valioso. Y por el camino, Vick ha pasado a la historia. Sin dramas ni traumas, incluso en un momento en el que el récord del equipo era 3-5. Desde entonces, cinco victorias inapelables.


El de Foles no es el único caso. Los efectos del ‘Chip way of life’ se han extendido a toda la plantilla. Los aficionados llevábamos años sospechando que en LeSean McCoy se escondía una bestia de la NFL, que DeSean Jackson nunca había rendido al nivel de su potencial, que esa defensa bien gestionada sí podía ser capaz de ganar partidos… Insisto, la gran revolución de Chip, su auténtica genialidad, ha sido conseguir que sus jugadores estén rindiendo, por fin, a su auténtico nivel.

El domingo, ante los Lions, bajo aquel manto de nieve que nos tuvo hipnotizados a todos durante tres horas, Chip también hizo magia. Todos hemos interiorizado que esos partidos bajo un clima infernal hay que ganarlos en las trincheras, arrancando cada yarda con sangre y sin cometer errores. La llegada del turf a los emparrillados ha cambiado radicalmente esa filosofía. Ahora mismo, solo seis estadios tienen césped natural: Arrowhwead (Kansas City), Bank of América (Carolina), Qualcomm (San Diego), Heinz Field (Pittsburgh), Soldier Field (Chicago) y O.co (Oakland). Todos los demás usan hierba artificial o mixta de diferentes tipos. En concreto, el Lincoln Financial de Filadelfia usa ‘Desso Grass Master’, una mezcla entre césped natural y artificial. En los viejos emparrillados, la nieve pisada, y mezclada con la hierba congelada, terminaba convertida en un barro helado en el que los grandes corredores norte-sur reinaban mientras percutían una y otra vez hasta destruir los muros rivales. En las nuevas superficies eso no es posible. El suelo, simplemente, se convierte en una superficie helada, en una pista de patinaje, en la que los pies pierden agarre y correr es casi imposible. Los nuevos tiempos obligan a ganar por el aire bajo las grandes nevadas. De hecho, el Eagles-Lions fue durante casi todo el partido un festival de lanzamientos, con los receptores y los jugadores de secundaria desplazándose por el campo trazando arcos larguísimos en cada cambio de dirección, incapaces de cualquier movimiento brusco.


Por eso fue tan sorprendente, tan genial, la actuación de LeSean McCoy, consiguiendo 217 yardas de carrera bajo las peores condiciones posibles, y firmando fintas, caracoleos y acrobacias mientras sus rivales parecían payasos, incapaces de mantenerse en pie o cambiar de dirección como él lo hacía. Chip retó al clima para imponerse haciendo lo que por lógica era imposible. Y por eso los Eagles son en la Nacional, como los Ravens en la Americana, esos rivales que surgen a última hora y con los que nadie quiere cruzarse. Llevamos varias semanas diciendo que para llegar a la Super Bowl por el lado azul hará falta ganar en Nueva Orleans y en Seattle. Y dando por hecho que eso es imposible. ¿Seguro? Si hay algo que esté definiendo el ‘Chip way of life’, es la capacidad para lograr imposibles.


Para empezar, ya dependen de si mismos para ganar la división a los Cowboys. Ambos tienen por delante dos partidos durísimos, y los de Filadelfia no se pueden permitir una derrota, porque les podría dejar sin posibilidades de cara a la traca final, pero lo más probable es que el domingo 29 de diciembre, Cowboys y Eagles se jueguen en Dallas una plaza para postemporada.

A estas alturas, creo que Seahawks, Saints, 49ers y Panthers quieren que ese día ganen los tejanos. Nadie quiere ver en postemporada al abominable hombre de las nieves que ha creado Chip Kelly con una fórmula infalible: conseguir que sus hombres jueguen a su auténtico nivel. Como ellos saben.

mtovarnfl@yahoo.es / twitter: @mtovarnfl