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Ramón se merece un homenaje

Conocí a Ramón allá por el año 1988, cuando yo era un plumilla de apenas 23 años que empezaba a emborronar mis primeras páginas deportivas en la Agencia Colpisa. Él se quitaba importancia pese a hablar con un novato, y eso que ya llevaba por entonces un cuarto de siglo en el club. Era junto a Rullán (el héroe de la final de la Copa de Europa ganada al Maccabi en Berlín ocho años antes) el gran artífice de la sección de baloncesto. Las oficinas estaban en la vieja Ciudad Deportiva y las fichas individualizadas de los jugadores reposaban en varias cajas de zapatos. De acuerdo que eran otros tiempos, pero ese perfil austero y familiar destilaba un aire de grandeza que convertía al Madrid en un ejemplo para futuros gestores de liderazgo. El que mamó Ramón González desde niño al lado de gente como Raimundo Saporta, Antonio Calderón y Agustín Domínguez. La vieja escuela, que ya es leyenda.

Empezó como botones cuando apenas tenía 15 años. Su padre, otro empleado abnegado al servicio de la causa blanca, le impregnó del espíritu que consiguió que el Madrid fuese el gran referente del fútbol hasta lograr ser designado por la FIFA como Mejor Club del Siglo XX. Estar medio siglo currando para el Madrid es mucho más que un registro estadístico. Es una lección de lealtad y de fidelidad que ya no se lleva. Otro empleado, José Luis López Serrano, se tuvo que ir cuando sólo le quedaban seis meses para llegar a los 50 años. Propongo que el club les haga un homenaje. Más que merecido...