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El viaje a Guinea no tiene explicación

New York Times, Boston Globe, The Guardian, Le Monde... La lista es inacabable. La prensa mundial se extraña o más bien se escandaliza de que España haya aceptado un amistoso en Guinea Ecuatorial, dadas las condiciones de aquel país. No puede extrañarnos, porque este partido no se debería haber concertado. Ha sido un descuido en cadena de la Federación y el Gobierno, que no han tenido el punto de sensibilidad necesario para prevenir que esto tenía que pasar, sí o sí. Y si, como hizo ayer Villar, prefieren no dar explicaciones, es porque saben con certeza que está mal hecho.

La Selección no es cualquier cosa y debe ser manejada de acuerdo a esa idea. La Selección es campeona del mundo y doble campeona de Europa, logros conseguidos desde un estilo artístico y nuevo que ha admirado a todo el mundo. Mandarla a un sitio así, a un país que no tiene ni Liga ni apenas jugadores propios (la inmensa mayoría de su selección son nacionalizados sin el más remoto origen en el país) no es más que ponerla al servicio de la imagen de un dictador tremendo, uno de esos tipos que son fuente de perpetua infelicidad para la gente que tiene la desgracia de caer en sus manos.

A algunos esto ha recordado el Alí-Foreman en Kinshasa, el ‘Rumble in the Jungle’ que tan bien narró la pluma de Norman Mailer. Aquello se organizó a mayor gloria de Mobutu Sese Seko, el sátrapa de turno. Un poco de emoción deportiva para una población con hambre de pan y cultura. Pero aquello eran dos boxeadores y Alí, por cierto, lo aprovechó para hacer más sonoro su mensaje en favor de su raza. Ahora es España la que pone su nombre y su más excelente embajada deportiva. Y viaja, lo reconozca o no, temerosa de verse comprometida a fotos indeseadas. En fin, una calamidad.