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Sobre Rosell, la ley, los niños y los ultras

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Me parece que Rosell se ha dado un tiro en el pie con su decisión de romper con una vieja tradición familiar, muy característica del Barça, donde siempre se dejó a los niños de menos de siete años entrar al campo sin pagar, de la mano de padres o abuelos. El Barça tiene una personalidad propia y una de sus características es su condición de ámbito familiar. Cada aficionado culé tiene grabadas esas primeras asistencias en las rodillas del padre o la madre, o en un asiento libre próximo. Y cada joven padre y cada abuelo reciente disfruta a su vez cuando puede él llevar a la progenie, como le llevaron a él.

Hay algo de irregular, sí, en que entre en un campo de fútbol más gente de la que tiene entrada, aunque se trate de menores muy menores. En ese sentido, Rosell tiene toda razón. Le ampara además la ley 19/2007 contra el racismo, la xenofobia y la intolerancia en el deporte, que entre otras cosas prohíbe que nadie acceda a un estadio sin su entrada. He aquí un caso de colisión entre una ley y una tradición entrañable, rito de iniciación, escena primitiva grabada en la memoria colectiva del barcelonismo. Un conflicto de verdad curioso, porque las leyes son para los hombres, no los hombres para las leyes.

Así que se ha formado un revuelo que fuera de Barcelona se entiende regular, porque aunque en todas partes pasa algo de esto en ningún otro sitio tiene ese carácter tan especial. Me choca que Rosell no haya sabido anticipar esta reacción, y me choca aún más que exagere tanto como para hablar de morir niños, cosa que felizmente nunca ha pasado. Tuvo Asamblea hace poco, pudo (debió) haber introducido la cuestión ahí. Cargarse una cosa así de un plumazo no ha sido inteligente. E invocar la seguridad después de haber vuelto a dar entrada a los ultras que echó Laporta le deja aún en peor lugar.