Fiesta de la Hispanidad
Rumbo a Brasil. Hoy es 12 de octubre, el día en el que los españoles celebramos orgullosos nuestra fiesta nacional. Y qué mejor manera de hacerlo que ratificando, aunque sea de forma oficiosa, nuestra presencia en el Mundial de 2014. En Brasil, la tierra de Pelé. No hay que dejar de valorar lo que ahora es una bendita rutina. De niño, nuestra Selección era un cúmulo de desdichas. Ni fuimos a las citas de México-70 ni a la de Alemania-74 (¡aquel maldito gol de Katalinski...). Pero desde Argentina-78, infierno en La Martona incluido, nunca hemos faltado a esta cumbre del fútbol mundial. Somos casta dirigente y es bueno pellizcarse para refrescar a los más jóvenes que llevamos en el escudo la estrella que nos acredita como mejor equipo de la Tierra. Pero no hay que dormirse en los laureles. Si anoche un equipo limitado y tosco como Bielorrusia nos hizo sufrir hasta el final, conviene reflexionar y buscar más puntos de luz con la vista puesta en el próximo verano y en la soñada final de Maracaná...
Mucho balonmano. Ser fiel a un estilo es tan aconsejable como decente. Pero caer en el fanatismo para insistir en la idea es un error. Tener la posesión es terapéutico si tienes a Xavi, Silva o Cesc en un gran estado de forma. Pero si los tres están a un nivel ramploncillo y encima Iniesta es suplente, es fácil que el célebre tiqui-taca se convierta en una trampa umbilical. Pasar la bola de lado a lado como si fuese un ataque en balonmano sólo sirve para perder la capacidad de sorpresa, para narcotizar al fiel espectador que casi abarrotó las gradas de Son Moix y para soflamar el espíritu de combate del rival. En este caso, Bielorrusia, una selección formada por nietos de esos guerreros que convirtieron los bosques de los alrededores de Minsk en una ratonera para el ejército invasor alemán en la II Guerra Mundial. Hay que ser más imaginativos. Tocar y tocar no es sinónimo de claridad. Eché en falta un envío interior entre la multitud, un desmarque explosivo a la espalda de la zaga enemiga, un pase de cuarenta metros para cogerles por sorpresa... En fin, hay que recuperar la chispa perdida que nos enamoró a todos en Viena (2008), Johannesburgo (2010) y Kiev (2012). Volveremos...
Good referee. Además, hay que dar las gracias al árbitro de la contienda, como se les llamaba antiguamente. El croata Ivan Bebek fue un amigo. Cerca del descanso, Piqué sacó su mano izquierda y cortó intencionadamente un centro de Dragun. Era penalti y expulsión (el central barcelonés ya llevaba una tarjeta amarilla), lo que nos hubiese puesto la rampa hacia Brasil más cuesta arriba todavía. Pero el paisano de Suker se hizo el lonchas y es un gesto digno de agradecer. Llevar la estrella también sirve para tener el respeto que hace décadas sólo poseían Italia, Alemania, Inglaterra, Brasil o Argentina. Mejor así.
Capitán Xavi. Ante la inesperada suplencia de Casillas (el sudoku de la portería me tiene fascinado), Xavi fue el portador del brazalete. Y el azulgrana lo dignificó abriendo la lata a la hora de juego, cuando las casas de apuestas ya tenían mucho movimiento con gente apostando por el 0-0 final. A partir de ahí, todo fue más sencillo.
Conexión vikinga. Ramos y Negredo fueron compañeros en el Madrid en verano de 2009. Hicieron buenas migas. El de Camas lo demostró regalándole una banana antológica que dio pie al cabezazo del 2-0 que desterraba las dudas. Sergio es el mejor defensa que conozco. Lo mismo te mete un gol de caño glorioso (vídeo en AS.com) que centra como Míchel en los tiempos mágicos de la Quinta del Buitre. Hay equipo. Hay un gran entrenador: Del Bosque. Vamos a creer. ¡Viva España!