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Cristiano, tú sí que sabes. A mediados de julio, el club daba por hecho que Di María se iba del Madrid. Como el Tottenham no bajaba de 120 millones en la negociación por Bale, ofrecieron al argentino para abaratar la operación. Pero El Fideo tuvo una reacción que me enorgullece como madridista. “No me quiero ir. Renové hasta 2018 y quiero jugar la Champions con este equipo”. Por si quedaban dudas, en la planta noble del Bernabéu alguien tuvo la feliz idea de hablar con Cristiano, aprovechando que estaban dándose los primeros pasos para la renovación del mejor jugador del mundo. El portugués, que de esto sabe latín, fue muy claro: “La decisión es de ustedes, pero yo jamás dejaría irse a Di María. Nos hará falta para luchar por todos los títulos”. Los que duden del buen gusto futbolístico de Cristiano, que repasen el vídeo del partido con el Kobenhavn (así se escribe en danés Copenhague). La sociedad Cristiano-Di María, que anoche encontró un feliz aliado en el reaparecido Marcelo, permitió al Bernabéu reconciliarse con su equipo. Todavía faltan por cicatrizar los tres puntos de sutura perdidos en el derbi, pero ayer vimos un Madrid alegre de la vida, más dinámico, vertical y voluntarioso. Y Di María tuvo mucho que ver en eso. Sus ocurrencias fueron dignas de un clínic para futuras estrellas.

La rabona. El gol del 2-0 fue una delicatessen que tardaremos en olvidar. Mi pequeño Marcos, que ayer cumplió 11 años, me llamó por teléfono nada más cabecear Cristiano el tanto que apuntillaba a los nórdicos. “Papá, ¿has visto cómo ha centrado Di María? ¿Cómo puede hacer eso sin lesionarse el tobillo?”. No tuve respuesta fácil. Sólo le dije que el Madrid es tan grande que sus jugadores suelen ofrecer estos regalos a sus socios más jóvenes. Lo cierto es que esa acción maravillosa, con taconazo de Benzema, rabona de Angelito y testarazo de Cristiano, es de las que marcan una temporada. En Europa verán reiteradamente hoy este gol. Oro puro.

El pueblo es sabio. En AS.com, la afición votó ayer por su alineación favorita antes del partido. Salía este once: Casillas, Carvajal, Ramos, Varane, Marcelo; Modric, Illarra; Di María, Isco, Cristiano y Morata. Menos el de Mutriku, que aún tiene que ganarse la confianza con un buen partido que aún no hemos visto, el resto son el catecismo. El madridismo quiere bandas alegres y creativas en ataque (Carvajal y Marcelo son dos puñales), sueña con un Morata titular (aunque Ancelotti se hiciese un lío y le dejase fuera “por un error de transcripción”) y, sin discusión, apuestan por Casillas. El capitán vivió su gran momento en el último minuto de la goleada. Tres paradas consecutivas. El Bernabéu, rendido a su héroe de tantos y tantos años: “¡Iker, Iker, Iker!”. Casillas sonrió. Por fin. El chaval se merecía esta alegría.

Eufóricos. Esta goleada balsámica va por Ángel Cano, Churro, que se nos fue esta semana para hacer compañía allá arriba a su admirado Juanito. Y va por los peñistas de Es Fortí (¡ánimo, Antonio Ortiz!), Iluró de Mataró, Fran de La Granja (¿ves cómo al final todo se iba a arreglar, amigo?), Javi de We are the Champions, Hospitalet del Infante (Tarragona), Alba de Tormes (Salamanca), Espinosa de Navacerrada, Frasquito de La Cibeles, Julito de la Alcalaína, Cúllar-El Gatar, Puchus de Olaf, Juanito (Barcelona) y Linares de Riofrío. Todos sois fieles al mejor equipo de la historia. Gracias por estar ahí vikingos.