NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Martino se da un martillazo en el dedo

A Martino se le ha visto el plumero. No le gusta que le exijan tanto: ganar por 0-4 en un campo de Primera y que te discutan porque la posesión del derrotado ha sido mayor es como para enfadarse. Admitámoslo. Pero lo que no viene a qué es lo de que hay que ser holandés o de la casa para que te aguanten, porque eso refleja un punto de irritación o de descontrol que mejor que no se produzca y que, si se produce, mejor disimularlo. Entrenar al Barça es difícil. El salto desde Newells’s Old Boys es evidente, pero en estos años, y con la universalidad que el Barça ha desarrollado, es mayor que nunca.

Porque el Barça es ya otra cosa, y no es este lugar para extenderme en ello. Es otra cosa por su significación como club, y lo ha sido más estos años porque ha generado en su seno una academia, un modelo de juego, la sublimación del fútbol técnico, estilo que alcanzó definición específica, el ‘tiqui-taca’, y que se hizo universal no ya por los éxitos del Barça, sino sobre todo por los de la Selección. Un modelo que nacía en Xavi Hernández, se prolongaba en Iniesta y tenía su respaldo en Casillas. Con ellos, el fútbol se asomó a la perfección. Todo el planeta aplaudió esa nueva concepción del juego.

Ahora resulta que el Rayo le ha ganado la posesión al Barça y que, pese a ganar 0-4, el club culé está incómodo. Tanto que Martino se descara, saca números y se pregunta si hay que ser holandés o de la casa para que con uno tengan paciencia. O sea: se da un martillazo en el dedo. No hay que ser de aquí ni de allá, basta con respetar una sensibilidad. El Barça de hoy es, exactamente, la resultante de la influencia holandesa, vía Cruyff, en la buena y vieja tradición futbolística catalana. Renunciar a eso, o renegar de ello, supone una ignorancia oceánica. Supongo que Martino se dará cuenta. Y si no...