Romojaro
Ferrari nos ilusiona para luego llevarnos a la decepción
Llevábamos semanas escuchando que el GP de Singapur era clave para Ferrari. Desde Maranello nos han repetido hasta la saciedad que ésta sería la carrera del todo o nada, la que permitiría seguir soñando con el título mundial o les obligaría a pensar ya en 2014. Prometieron trabajo, entrega, esfuerzo y dedicación para evolucionar un F138 que se había desinflado como un balón pinchado a lo largo de los grandes premios. Yo, al menos, quise creérmelo. Quizá fuera agarrarse a un clavo ardiendo, pero lo hacía porque de ello dependía que Alonso realmente pudiera pararle los pies a Vettel y su intratable Red Bull. En Monza, tras las vacaciones, imperó la decepción pero insistieron: en Singapur todo deberá ser distinto, no nos rendiremos antes.
Pues parece que no lo han logrado, más bien al contrario. La calificación en Marina Bay ha sido un desastre, el líder parece lanzado hacia un nuevo triunfo (aunque esos muros son muy traicioneros) y la cacareada evolución del coche rojo parece una ñapa impropia de una escudería de leyenda. Sin embargo, lo que más me decepciona es que ahora desde Ferrari, incluyendo al propio Alonso, quieran hacernos creer que todo lo que nos habían contado, las expectativas que crearon, son una invención del resto del mundo, que parece aliarse contra sus intereses. Lo conseguirán o quizá no, pero lo que me parece inadmisible es que intenten tomarnos el pelo. Ellos fueron los que nos animaron a confiar, lo hicimos y ahora tenemos derecho a sentirnos defraudados.