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Fue todo un placer hacer el camino

Seguir una carrera olímpica dos meses y medio no es hacerlo nueve años, pero es igual de fascinante. Madrid 2020 era una ilusión de un país, pero no es lo mismo mirarlo con un catalejo que ponerle caras a la historia. Cara y alma, que es lo que se nos rompió en el centro de prensa cuando vimos a Rogge mirar con extrañeza ese papel.

De ahí al “Madrid is eliminated” apenas pasaron unos minutos y de ahí a ver derrumbarse a Alejandro Blanco en el NH City de Buenos Aires, un par de horas. Con Alejandro Blanco ese día nos derrumbamos muchos, porque inevitablemente nos habíamos puesto la camiseta de esa candidatura de país. En ocasiones las emociones no dejan ver la realidad y, seguramente, la candidatura tenía grietas, no éramos ni de lejos la mejor economía ni somos ejemplarizantes en dopaje. Tampoco nuestro lobby fue brillante, la presentación fue para gustos y titubeamos en las preguntas.

Por una pizca de todo eso, y ‘algo más’, Madrid perdió en medio de la tormenta de Santa Cristina. A mí me quedó, sin embargo, la imagen del lobby de ese hotel en las horas previas. Muchos de los que estaban allí han dicho ahora que ellos ya lo sabían, que Madrid no tenía ninguna opción. Pero aquel día y en aquellas horas, lo que había allí era mucha emoción. A ese bonito camino ayudó Alejandro Blanco. No ganó, pero hizo lo que prometió: dejarse todo hasta el final. Perdimos, pero fue un placer hacer ese camino.