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Cristiano, Puskas, Messi, Cruyff, el Ajax...

Roncero, siempre hurgando en el baúl de los méritos del Madrid, desempolvó ayer que Puskas marcó 205 goles en sus primeros 204 partidos como madridista, registro que batió Cristiano anteayer. Empate técnico, digamos, en honor al grandioso delantero húngaro que ya no está entre nosotros, pero que fue tan grande que ha legado su nombre al premio FIFA al mejor gol del mundo en la temporada. Puskas marcó esos 205 goles en sus primeros 204 partidos de blanco, pero hay que añadir que fichó con 31 años cumplidos, después de dos parado, prófugo de Hungría tras la invasión soviética de 1956.


Ojo: no es cosa de hacer de más o de menos ni a Cristiano ni a Puskas, jugadores soberbios, terroríficos goleadores ambos, sino de reflexionar sobre el valor realmente extra de los grandes futbolistas. Hablábamos ayer de esto mientras veía con Santi Giménez, nuestro hombre en Barcelona, el Barça-Ajax. El Barça de este tiempo es heredero de una línea que trazó el Ajax, tantos años atrás, que nos llegó vía Cruyff y que hemos sabido aprovechar bien, en el Barça y en La Roja. Bendita influencia. Anoche, viendo el elegante movimiento del Ajax, se percibía el perfume de aquella escuela.


Pero no estaba Cruyff. Estaba Messi, del lado del Barça, que era la escuela más eso: el genio. En alguno de sus goles, por cierto, se lo dije así a Santi Giménez, me recordó al Puskas de los sesenta. Los grandes de todos los tiempos coinciden en algunas cosas. En números, claro, en estadísticas... pero también en maneras. La forma en que Messi se movió en el tercer gol hasta que colocó la pelota en el rincón me pareció haberla visto cincuenta años atrás. El adorable Ajax, inventor de la mágica fórmula, no tiene nada así. No tiene a Cruyff ni a Puskas ni a Messi ni a Cristiano. Tiene lo demás, pero donde esté un genio...