Error y pruebas del Tata Martino
Desprevenido. El partido ante el Levante fue la teoría de Martino. Anoche le tocaba la práctica y el Atlético de Madrid le puso delante una cuesta. Ante el Levante le funcionaron al entrenador azulgrana las cosas que viene diciendo, porque Caparrós no es el Cholo, carece de los recursos dialécticos que los madrileños tienen en el campo. Y eso desajustó de tal manera al Barça de Xavi que todo desembocó en Cesc. La prueba acabó en el error de la primera parte, y el de Arenys de Mar se convirtió en la goma de borrar los desaciertos.
La sustitución. Cesc entró por Messi, y esto es historia. Martino aprendió de Del Bosque: en caso de duda, Cesc Fábregas. Más allá de la entidad simbólica que tiene el cambio del astro argentino por un entrenador precisamente argentino, ese ingreso de Cesc en el campo significa la entrada del realismo futbolístico en la alineación del Barcelona. Messi estaba lesionado, parece, pero el equipo también. Lo práctico era sustituirlo, pero marcando el juego de otra manera. Fue la sustitución de un modo, no únicamente el cambio de un futbolista.
Los amigos de la vida. Sentí un escalofrío cuando observé el encontronazo de Villa con Busquets. O cuando Villa se enfadó en el campo con Piqué. De pronto, como si todas las amistades se hubieran roto, el campo era también un lugar de batallas y de olvidos. Me reconfortó ver cómo el Guaje departía con quienes son sus amigos (Xavi, el propio Busquets, Iniesta, Piqué, Valdés, sobre todo Valdés) como amigos cuyas rencillas en el terreno de juego responden a actitudes profesionales que no tachan el pasado. Una alegría. Un gol, el de Villa, que no parecía una venganza sino una obra de arte. Una reivindicación que ahora tratará de revalidar en Barcelona. Ahora está equipado el Guaje para hacer lo que quiera. Veremos qué pasa el miércoles.