El equipo Euskaltel-Euskadi muere muy lejos de las raíces

Hay deportes de hoja caduca y deportes de hoja perenne. Hay clubes centenarios, históricos. Y hay otros efímeros, fugaces. El ciclismo es uno de esos deportes de hoja caduca, porque ninguno de sus equipos, absolutamente ninguno, vive eternamente. Ni los más triunfales, ni los más arraigados en la afición. Ninguno. Por eso, en el recuerdo siempre nos queda más el nombre de un ciclista que el de la escuadra en la que corrió.

Euskaltel-Euskadi era una formación diferente, una selección del País Vasco patrocinada por una empresa de la tierra y por sus administraciones públicas, un fenómeno que arrastraba masas enfundadas de naranja en los vecinos Pirineos del Tour de Francia, cuyos organizadores les permitían competir con la ikurriña como bandera oficial. Si hay un equipo en la historia del ciclismo que permanecerá por encima de sus corredores y directores, estoy seguro de que ese es y será el Euskaltel-Euskadi.

El equipo vasco, como tantas cosas, ha muerto de crecimiento. Muy atrás quedaba ya la filosofía que inspiró su nacimiento en 1994, cuando se mezclaban veteranos como Cabestany, Juan Tomás Martínez, González Salvador, Rubén Gorospe o Murguialday con jóvenes de la cantera vasca como el desaparecido Sagasti, Cuesta, Solaun, Laiseka o Palacín.

La llegada de Euskaltel en 1997 ya introdujo un pequeño factor que comenzó a desvirtuar los orígenes, pero nadie podía hacer ascos al progreso, sobre todo cuando abría las puertas de un sueño: el Tour. Quizá en ese término medio estaba la virtud, quizá… Pero la espera de una invitación anual de la Grande Boucle resultó insuficiente. Su patrocinador quería más. Sus dirigentes querían más. Sus ciclistas querían más. Sus aficionados querían más. Y para competir contra los más grandes, sólo con corredores de la cantera, sólo existían dos vías: tener un buen médico o tener dinero (o ambas cosas a la vez). Por ambas sendas ha caminado el equipo. Y ambas sendas caducaron. Calles cortadas.

No voy a profundizar mucho sobre los ‘buenos médicos’, porque no es el día, pero es evidente que actualmente ya sólo son garantía de escándalo, una vía muerta. Y sobre el dinero… La crisis acabó primero con el dinero público, el maná del deporte español. Y en esa soledad se quedó sola la empresa Euskaltel, que perdió la perspectiva de los orígenes del equipo y de sus propios orígenes, y ya sólo se preocupó de competir en la élite a cualquier precio. Con griegos, marroquíes o rusos formados muy lejos de las carreteras vascas, cualquier vía era válida.



Y en ese crecimiento murió el equipo Euskaltel-Euskadi, la selección ciclista del País Vasco. Porque entró en un camino sin retorno, porque ya no servía sólo promocionar la tierra y la bandera. Hace mucho que se olvidaron las raíces. Y en pleno réquiem, echamos la vista a la Fundación Euskadi y reencontramos a Miguel Madariaga, al ideólogo, veinte años más viejo, que también sucumbió de éxito, pero que a pesar de sus errores sí ha sido capaz de volver a los orígenes, a aquella ilusión de los años 90. Quizá sea un regreso al futuro. ¿Y si empezamos de cero?

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