Una pretemporada casi perfecta no es sinónimo de hacer una gran campaña, pero teniendo en cuenta la situación de guerrilla del vestuario de la que venía el club, un buen arranque de la era Carletto ha sido el mejor bálsamo para la entidad. Casi todo lo que ha probado el italiano le ha salido bien. El contragolpe ha pasado de argumento principal a un recurso más y el equipo quiere tener más el balón, bien hecho, que en la época anterior. Todo apunta bien y la lógica dice que va a pintar todavía mejor. Entre las incógnitas dos sobresalen después de estos días de trabajo, partidos y viajes. Por un lado, el rendimiento de Illarramendi, al que su musculatura le ha impedido lucirse en su inicio como jugador madridista, y por el otro, la labor de Mesut Özil.

El alemán parece despistado y no acaba de encontrar su ubicación definitiva. Por el centro se molesta demasiado con Cristiano y cuando cae a banda derecha parece deprimido. Tiene tanta calidad que siempre deja algún destello, pero necesita ser más regular para ser referencia durante todo el año. A pesar de que Isco ha empezado deslumbrando y que Modric quiere pedir paso, el Besugo tiene que ser el rey del último pase en este Real Madrid. Ancelotti le tiene fe y le va a liberar de un trabajo defensivo demasiado exigente. Pero Mesut ha de responder dando un paso al frente para ganarse la categoría de crack indiscutible. Ante el Inter, aunque sea un ratito en la segunda mitad, va a tener otra oportunidad para ganarse un puesto de jugador referente en esta plantilla.