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El fútbol español es cada vez más un país extranjero

Di María. Asisto con estupor a lo que le pasa a Di María, uno de los grandes argentinos y una pieza muy bien dispuesta de la delantera madridista. En medio del calor del verano, de esta canícula pesada que padece cada año lo que no se ve del fútbol, su caso es significativo para entender hasta qué punto este deporte es uno de los ejercicios más desalmado de la empresa humana. En la nueva coyuntura, el Madrid lo intenta sujetar a un conglomerado de compensaciones a cambio de Bale, esa propuesta chiste (eso dice Wenger) que circula por las taquillas multimillonarias de este deporte. Me parece que Di María (como señala Roncero) hace bien en revolverse. Cuando se resuelva la situación y el delantero siga (ojalá) en la Liga y se produzcan sus primeras avanzadas por la banda, asistencias o goles, estará autorizado para mirar hacia el palco y reivindicar la calidad que no ha perdido.

Lo que no se ve. El fútbol es un juego sujeto a la pasión y al dinero, causa sudor y lágrimas además de gozo y gloria. Estaba en el aeropuerto de Alvedro, A Coruña, cuando aquel Depor de Bebeto volvía triunfal de una de sus mejores temporadas. Miren ahora dónde está el Depor, rescatado in extremis, y vayan a saber cómo, de las sombras de la Segunda B, arruinado, fané y descangayado. Lo que no se ve del fútbol ocurre en verano: luego están las gradas llenas y se pone en circulación lo grandioso: ganar, perder y esperar la remontada.

La espera. Mientras no juegan, de una temporada a otra, los futbolistas padecen una incertidumbre cruel: su continuidad no depende sólo de lo que hayan hecho, sino de los trueques a los que pueden someterlos sus directivas. Ahora hay circulando por Europa futbolistas comprados o renovados por unos clubes, españoles en su mayoría, que forman parte de trueques. Es una manera terrible de hacerlos esperar, o de despreciarlos. Deulofeu, del Barça, es uno de ellos. Lo levantan de la Segunda B porque quieren hacerle realidad un sueño. Y en cuanto toca banquillo en el equipo A lo mandan a Liverpool. Por ahí deambula, como un símbolo, el fantasma de Bojan.

Güiza. Tiene razón Güiza. El fútbol español ha devaluado el trabajo de sus delanteros. O los mandan fuera (él está ahora en Paraguay) o los neutralizan con los grandes fichajes. ¿Cómo va a haber un pichichi nacional si tiene que competir con Neymar, con Messi, con Cristiano, o con Bale? No se trata de nacionalizar el fútbol, se trata de equilibrarlo. El fútbol es en España ahora un país extranjero.