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Sin éxito no es posible la continuidad

Pésima noticia que BMW se marche del Mundial de Superbikes, que ya sufre una parrilla bastante escasa como para asumir que desaparezca un protagonistas tan importante. Dicen que redefinen su estrategia empresarial y que en sus nuevos desafíos las carreras no tienen cabida, lo que por supuesto es respetable y comprensible. Pero también es cierto que la rentabilidad que han obtenido por su inversión no ha sido la esperada. BMW no llegó a la competición de élite para hacer bulto, como los baúles, porque una marca de su prestigio no puede hipotecarse si los resultados no terminan de llegar. Después de cuatro temporadas completas, más lo que llevamos de ésta, el balance es tirando a discreto cuando estamos hablando de ganadores.

No es nada nuevo en el mundo de la competición del motor y menos incluso en los tiempos de crisis que nos ha tocado vivir. El consejo de administración de una gran compañía tolera este dispendio si les sobra el dinero (cosa que ahora no ocurre casi con nadie) o le reporta beneficios en términos de imagen, para lo que es necesario ganar. Cuando no se da ninguno de estos supuestos, los de las finanzas empiezan a no entender de qué va eso de las carreritas. Lo hemos visto en la F-1 (incluyendo con la propia BMW), en MotoGP, en el Mundial de rallys, antes también en Superbikes, en los Turismos... Si a esta realidad sumamos que la industria apunta claramente cada día más a motos sin alma ni emociones, pues entonces las carreras sí que pueden sobrar. Me temo...