El riesgo letal de los atropellos
El riesgo es algo inherente al deporte del motor y sus protagonistas lo asumen. Se realizan enormes esfuerzos por minimizarlo en la medida de lo posible, implantando soluciones cada día más exigentes en materia de seguridad de circuitos, equipaciones, motos y competición. Y su efectividad es indiscutible, lo que no significa que el peligro de accidente deje de estar presente. En el caso de los pilotos de motos, lo más temible es cuando la colisión se produce contra un obstáculo fijo (de ahí las grandes escapatorias) y muy especialmente al verse arrollados por otro participante en caso de caída. Fue precisamente lo que ocurrió ayer con Andrea Antonelli o la siempre recordada tragedia de Marco Simoncelli: ambos murieron por un lamentable atropello.
Estamos acostumbrados a ver a los pilotos sufriendo espeluznantes caídas de las que se levantan casi siempre por su propio pie y sin lesiones. Salen despedidos hacia el aire, se deslizan durante interminables metros por el asfalto, se revuelcan en la grava... Su forma física, su pericia y las protecciones suelen ser suficientes para que todo quede un susto, en un lance más de carrera. Gajes del oficio que todos aceptan como tributo por su pasión. Lo que tiene mala solución, por desgracia, son los riesgos de rodar a esas velocidades en pelotón, rodeados por otros pilotos que persiguen el mismo objetivo. La caída en estos supuestos suele ser lo de menos, lo escalofriante es ver al resto intentando esquivar una vida que pende de un hilo. Y no siempre es posible...