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Illa, illa, illa, el dinero para poder fichar en verano es una maravilla

Lágrimas. En verano importa el dinero. Durante la temporada el fútbol es pasión por el resultado, a veces por el juego. Pero en esta época todo depende del dinero. Es lo más concreto del fútbol, después del resultado y de la clasificación. El dinero no hace la felicidad, ya se sabe, pero sí hace la de los futbolistas. Lloran cuando se van de sus equipos de origen, pero cuando llegan al otro se curan las lágrimas. Así ha sido y será siempre, como decía Sinuhé el Egipcio. En ese espectáculo estamos ahora. Los muchachos donostiarras le gritaban a Illarramendi: “Illarra, quédate, Illarra, quédate… Illara quédate”. E Illara se fue. Llorando, pero se fue. Ya en el Madrid, como suele ocurrir, sintió que el blanco era el club de su vida. Illarra quédate… en el Madrid.

Que se queden. El cántico ya se ha convertido en tan habitual como el beso en el anillo. Un club grande se come al chico, el chico se resiste, hace el paripé y finalmente accede, se va arrastrando lágrimas y esos gritos, “quédate”. Illarramandi no será el último. Habrá más ahora mismo y en el futuro, hasta que al fútbol se le agote el dinero como método de seducción. Miren a los grandes, que también se deshacen a favor de los chicos: a Villa le gritaban en Barcelona, cuando marcaba goles, que se quedara. “Illa, Illa, Illa”, qué maravilla. Se fue por cuatro perras (cuatro perras de ahora, que son muchos millones) y entre los culés que lo aclamaban hasta que no les sirvió sólo importa ahora discutir el precio. Con Abidal pasó lo mismo: ahora está en el Mónaco. Cuando lloraron por él también le gritaron que no se fuera.

Ídolos. Hace algunos años, cuando el Tenerife se desmarcó de la Segunda B a la que luego volvió, los aficionados isleños le gritaron al más veterano de todos: “Cristo, quédate”, amor para siempre. El equipo se deshizo de él en seguida, por veterano y porque sí. Y ya nadie lo reclamó en el campo, cuando pasó el tiempo y el ídolo fue otro. Ocurrirá ahora con Valerón, el héroe sentimental del Depor. Se irá y se quedarán, como dijo el poeta, las gaviotas cantando.

La tele. En el fútbol el amor es como el destino del hombre en el verso de Neruda: amar y despedirse. No hay amor: hay resultados, y sobre todo hay resultados económicos. La Liga está en crisis. Decía Álex Martínez Roig (Canal +) con Robinson en la SER que si no fuera por la tele de pago esta Liga no sería nada. ¿Lo ven? Del dinero depende nuestra felicidad de ver. ¡Menos mal que nos quedará la memoria del fútbol el día que se acabe el fútbol!