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Lorenzo exhibe la madurez del campeón

Saborear la satisfacción del deber cumplido permite disfrutar de una perspectiva de las cosas bien diferente. Cuando un deportista alcanza los objetivos que se plantea se coloca en un plano superior que le otorga algunas ventajas significativas respecto a sus rivales. Al margen de la experiencia que suele estar asociada a tales éxitos, la gestión de la presión y los condicionantes externos es mucho más eficaz. Y es precisamente en ese punto en el que ya se encuentra Jorge Lorenzo. Dos títulos mundiales de 250cc y otro par de MotoGP, el único español con semejante palmarés. Poco tiene ya que demostrar, así que puede plantearse todo lo que venga como un extra a su brillante trayectoria mundialista. Un posicionamiento que se traduce en ciertos privilegios que está sabiendo exprimir a la perfección.

Lorenzo sabe que la suya es una batalla contra titanes. Dos pilotos cualificadísimos, Pedrosa y Márquez, en un poderoso equipo, el Repsol Honda, que cuentan además con la mejor moto de la categoría. Lo que podría suponer un hándicap serio, porque de hecho lo es, se convierte en la base de la estrategia para el campeón vigente. Jorge sabe aprovechar las bondades de su Yamaha en las situaciones propicias, pero al mismo tiempo exhibe la maestría de minimizar los daños cuando las cosas no vienen de cara. Y todo ello es mérito exclusivamente suyo, porque las referencias no engañan y ya vemos cómo le va a su compañero de box, un Rossi que parece haber quedado relegado al papel de telonero de los tres tenores españoles. Por eso me gusta este Lorenzo tan maduro, tan centrado y tan buen estratega, una muestra irrefutable de que la vida, al igual que el deporte, es aprendizaje más superación.