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Isco y el aire de la calle

No hubo más remedio que ponerse las manos en la cabeza después del gol de Isco y no hubo más remedio que levantarse y aplaudirle a rabiar cuando fue sustituido, en homenaje de Lopetegui. Isco había hecho muchas cosas increíbles ya durante el partido, pero su final fue sencillamente apoteósico. Sin duda, es el jugador de un torneo que está disfrutando a una confirmación del fútbol mundial. Isco vuela como un espíritu libre en esta selección de Lopetegui, que además ha tenido el acierto de dejarle expresarse como lo que es. Para entender a Isco, basta con esta frase que nos dejó en zona mixta: “Me deja ir a mi aire”.

La luz de Isco, deslumbrante, apaga también conquistas de mucho mérito. De Gea, que igualará en la final el récord de 27 internacionalidades Sub-21 de Santi Denia (actual segundo técnico), ha encajado cero goles. Morata camina hacia la Bota de Oro con cuatro goles y el equipo que el martes jugará la final en Jerusalén es una maquinita casi perfecta sostenida por Illarramendi, otro jugador de quitar y dar que confirma este estilo único que ya nos pertenece. La semifinal se sostuvo un tiempo por las heroicidades de un portero, Nyland, que el año pasado consiguió que un diminuto equipo de Segunda nouego, el Hodd, ganase la Copa noruega por primera vez en su historia. Solskjaer se lo llevó el Molde. Pero Nyland sucumbió a Isco, un jugador que hace apenas dos años fue presentado de puntilla y sin focos en Málaga a la sombra de Cazorla, Toulalan, Joaquín, Van Nistelrooy. Hoy, su explosión es asombrosa.