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Si hablamos tanto de la marca España...

Tanto hablar de la marca España y luego regalamos prestigio en lo mejor que tenemos: el deporte. Ese partido de ayer tenía de fondo un cierto propósito de solidaridad con Haití, pero no funcionó. El campo estuvo semivacío hasta que se abrieron las puertas y España jugó con un desinterés terrible. Los precios del partido eran inasequibles para la comunidad haitiana, económicamente débil. Costaba más la entrada ayer que lo habitual para ver a los Dolphins, el equipo local de fútbol americano, comentó Ponsetti en el Carrusel de la SER. El partido cayó en el vacío y la recaudación también.


Una contrariedad a la que se sumó la inveterada pereza de este equipo en los amistosos, ayer casi justificada por las circunstancias. Los treinta grados, la humedad ambiente, la debilidad del rival, la grada vacía... Encima, dos goles rápidos de Cazorla y Cesc (en diecinueve minutos íbamos dos a cero) terminaron de adormilarlos. El equipo cayó en pereza infinita, en ese estado se fue al descanso y volvió igual. Los cambios creaban la ilusión de alguna sacudida, pero esta sólo se produjo, y a medias, cuando marcó Haití. Con algo de vergüenza torera España intentó mejorar el resultado, pero no pudo.


Salió Casillas de titular, eso fue lo único reseñable. Jugó el primer tiempo y no le chutaron. Al menos le vimos de corto otra vez, y esa decisión de Del Bosque supone una declaración de intenciones. Por lo demás, sólo destaco a Soldado, que jugó en la segunda mitad y fue un torbellino sin suerte: cuatro veces llegó a buena posición de gol, una se le escapó fuera por poco, dos fueron a los palos y la cuarta rebotó en un defensa, ya sin portero. Mala suerte. Pena por él, pero hubo algo de justicia poética en que España se quedara en victoria raquítica. No mereció más. Cambió prestigio por millones.