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Adiós Mourinho, adiós campañas

Espíritu ganador. Ha llegado el momento de buscar la reconciliación en el madridismo. Mourinho es un personaje que va más allá de lo convencional: se marca un objetivo y arrasa con todo, para bien y para mal. Eso le ha convertido en uno de los mejores entrenadores del mundo. Vive el fútbol con una intensidad máxima. No quiere perder, no puede y no lo soporta. No concibe la derrota en su vocabulario y por ello castiga a los acomodados, a los vagos y a los jetas. Cree que su liderazgo pasa por tratar a todos por igual, y por tanto, no quiere distingos con las estrellas. Así lo comentaba en la apasionante entrevista exclusiva que concedió a Punto Pelota el otro día.

Tensión. Su fórmula ha sido perfecta hasta llegar al Madrid. Mourinho marca la línea a seguir a sus futbolistas en el campo y fuera. Las apariciones públicas forman parte de su juego. Su partido dura más de 90 minutos. La presión se ejerce en el césped y las salas de prensa. Algunos futbolistas se han negado a seguirle. El portugués juega a la confrontación. Casillas, en cambio, ha buscado el entendimiento, con el Barça de Xavi, por ejemplo. Mou se ha desgastado. La tensión que maneja forma parte de su trabajo. El que no aguanta, cae. El que se cree superior desaparece. El técnico busca seguidismo, implicación total. O aceptas su forma de trabajar o no tienes hueco. Pero Mourinho tiene dos caras: duro y paternal a partes iguales. En Valdebebas se ha ganado el cariño de todos los empleados. Ha cuidado mucho a aquellos que se dejan el alma por el Madrid desde el anonimato. En la Ciudad Deportiva ha sido feliz, pero no tanto con el primer equipo.

Blindaje. Las filtraciones a la prensa por parte de algunos jugadores le han puesto de los nervios y no ha conseguido el blindaje del vestuario. Siente que se partió la cara por los futbolistas y que algunos le traicionaron. Tuve la oportunidad, junto a Siro López y José Antonio Luque, de compartir una larga charla con él y su equipo técnico la semana pasada. Estaba triste. Saludaba uno por uno a todos los chavales de la cantera que pasaban por delante. Con todos tenía un gesto de complicidad, una carantoña, a todos les llamaba por su nombre. Ha sido feliz en el Madrid, pero se va con la sensación del trabajo inacabado y con el gran objetivo, La Décima, sin conquistar. Así son las cosas.

El futuro. Ahora llega una etapa nueva, sin sobresaltos, con los futbolistas menos tensionados pero con una afición atenta y alerta. Se va Mou con una labor que será reconocida con el paso del tiempo. Ahora toca buscar el entendimiento entre todos. El madridismo necesita recuperar la unidad. El vestuario debe evitar reproches y venganzas. La afición debe volver a cantar al unísono. Y la prensa, olvidar los odios y las campañas para acercarse a la gente y hacerles disfrutar de nuevo con el espectáculo más bonito del mundo: el fútbol... Y Punto Pelota.