Chava Jiménez, Pantani, Vandenbroucke y... Gaumont

Andaba yo frotándome los ojos mientras los jugadores del Atlético de Madrid levantaban la Copa del Rey (defectillos que tiene uno), cuando recibí un mensaje de un compañero periodista francés que decía: "Gaumont ha muerto esta noche". Como la fuente me merecía muchísima más credibilidad que algunas que habían circulado durante la semana, tuiteé la noticia y me dispuse a escribirla en el periódico y en la web, mientras que reflexionaba sobre dos asuntos al hilo de este drama.


En primer lugar, me puse a pensar en los nuevos medios de información, vía internet, que nos empujan muchas veces al error por querer ser los primeros y los más listos, o por buscar el tuit original o el retuit rápido para aumentar seguidores en twitter o en el blog de turno. Contrastar no está de moda. Y eso nos lleva a tener textos preparados en adelanto para ganar la carrera de la noticia, a colocar "transfusiones de sangre" en boca de exporteros de la Real Sociedad, o a matar a ciclistas moribundos antes de tiempo. No seré yo quien pretenda dar enseñanzas en este sentido, porque alguna vez me he visto absorbido por la espiral. Y lo mismo deberían hacer algunos que dedican más tiempo a aleccionar o a censurar, que a enmendar sus propias miserias.




Mi segunda reflexión tiene más que ver con el ciclismo y con el dopaje. Gaumont ha muerto a los 40 años. Un ataque cardíaco seguido de una larga agonía. Su historia es más o menos conocida: confesó las prácticas de dopaje del pelotón tras ser detenido en el caso Cofidis en 2004, y amplió su relato con el libro 'Prisionero del dopaje' en 2005 y con su testimonio en el Tribunal de Nanterre en noviembre de 2006, el mismo día que dijo aquello de: "Cien pinchazos al año no son muchos para un ciclista".

Eran los tiempos de la confesión de Jesús Manzano, de la vinculación de Jesús Losa a David Millar (también encausado en el caso Cofidis), de la Operación Puerto... Del sexto y séptimo Tours, ya borrados, de Lance Armstrong... De la EPO, las transfusiones de sangre, la hormona del crecimiento, el pote belga y la proliferación de alérgicos tratados con corticoides por prescripción médica. Aquello que tantas veces nos dijeron que no eran hábitos generalizados, sino sólo prácticas minoritarias de un puñado de ovejas negras.

Gaumont ha muerto a los 40 años de un ataque al corazón. El francés enlazó el dopaje con las drogas sociales. Su fallecimiento nos transporta inevitablemente a otros juguetes rotos coetáneos, a Chava Jiménez, Marco Pantani y Frank Vandenbroucke, por hablar sólo de los más mediáticos. Alguno puede preguntarse: ¿Hasta qué punto todos fueron víctimas del dopaje? ¿Hasta qué punto el dopaje conduce a otras adicciones? Por supuesto, haber caído en la tentación de la trampa deportiva no desemboca obligatoriamente en otros submundos. Siempre habrá debate. Pero ya son demasiados casos en común como para mirar hacia otro lado con hipocresía o para seguir anclados en teorías persecutorias.

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