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¡Malditos 30 minutos!

Pena máxima. Cuando uno lleva 18 años esperando este momento te entran las dudas, el diámetro del aro pasa de piscina a palangana, te bloqueas, te obcecas, te martirizas, buscas porqués en el desierto de la derrota y acabas escupiendo tu impotencia maldiciendo el instante terrible en el que se interrumpió todo. El Madrid de baloncesto es una institución en Europa. Nadie tiene más entorchados: ¡Ocho! El problema es que desde 1981 sólo hemos ganado uno (1995). En 32 años sólo Sabonis nos elevó al gran trono del Olimpo del basket. Sé que muchos recelarán ahora y desertarán. Pero a mí no me busquen en ese ejército de descreídos. Durante diez minutos vi al futuro campeón de Europa. El que levantará la Novena en 2014 ó 2015. Tenemos un gran entrenador (Laso lo es y esta derrota le hará más fuerte), dos bases de escándalo (Llull y el Chacho), un capitán que es el Raúl de los aros (¡Reyes!) y Mirotic, talentazo en estado puro que acabará en la NBA en cuanto que finalice su aventura por los Madriles. ¡Anímense señores! 

10 minutos en el Paraíso. La final del O2 Arena debió durar sólo el primer cuarto. Fue un sueño maravilloso, pero por desgracia tenía hora de caducidad. Ese 27-10 nos hizo bailar entre las nubes. Begic era Sabonis. Rudy era Brabender. Llull era Corbalán. Mirotic era Fernando Martín. Espléndidas transiciones, inmejorables elecciones de tiro, defensa al límite de la realidad y concentración extrema. Ba-lon-ces-to en estado puro. Los leones griegos no sabían si pedir un tiempo muerto o comerse resignados uno de sus famosos yogures...

Spanoulis & Carroll. El deporte escribe sus gestas a través de sus héroes. Y en ese terreno, los matices deciden un título. Spanoulis arrancó el tercer cuarto como si se hubiese bañado en el descanso en la pócima mágica de Astérix. Tres triples seguidos aplaudidos hasta por su barba helénica. Era el temido pistolero del Olympiacos. El nuestro, Carroll, tardó en desenfundar. Y cuando lo hizo, en la acción que firmaba su segundo triple, los árbitros apuñalaron la remontada anulando la acción y pitando falta a Reyes. ¡Faenón!

Experiencia. Seamos sinceros. La famosa Recopa de 1987 ante el Snaidero Caserta permanece en la memoria por los 62 puntos del irrepetible Drazen Petrovic. De la Final Four de Zaragoza'95 recordamos los 23 puntos del zar lituano. En 1980, cuando yo era un pipiolo de 15 añitos, mi amigo Rullán destrozó al Maccabi de Miki Berkowitz y Aroesti con 27 puntazos (fue la séptima Copa de Europa). Siempre hubo un MVP que se adueñó de la escena. El nuestro se llama Rudy, pero no termina de cumplir con las expectativas. Metió 21 puntos y fue el máximo anotador del equipo de Laso, pero todos esperamos más de él. Tiene 28 años y margen para tomarse la revancha. Yo le sigo esperando y aún confío en él...   

Futuro. Hoy mismo renovaría a Laso. Él ha forjado un estilo de juego, una manera de entender el basket desde las raíces históricas de este club imperial. Lo de los tiempos del maestro Ferrándiz será imposible de reeditar. Pero el vitoriano tiene algo y conviene cuidarlo. Creceremos a su lado. ¡HALA MADRID!