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El Espíritu de Ramos

Orgullo vikingo. Se me hace complicado, más que nunca, llenar esta página. Es de esas noches en la que te quedas tan aturdido y tan agotado interiormente que casi no tienes fuerzas ni para gritar de rabia. Es duro asimilar que el Madrid vuelva a quedarse fuera de la final de la Champions en la foto finish. Ya son tres temporadas seguidas rozándolo con los dedos. En la primera, 2011, fue el Barça con sus arbitrajes de cámara (Stark y De Bleeckere); en la segunda, 2012, nos mató la maldita tanda de penaltis ante el Bayern; y la tercera, que no fue la vencida, fue simplemente una cuestión de falta de tiempo. Si el gol de Benzema hubiese llegado cinco minutos antes, ahora estaríamos sacando los billetes para Wembley. Pero ya era tarde. Y eso que Sergio Ramos, demostrando que es un dignísimo capitán del Madrid, se echó al equipo a sus espaldas, se comió a Lewandowski y metió el 2-0 de la esperanza. Un gol de coraje. Un gol que sí representó el Espíritu de Juanito. El jabato andaluz parece haber nacido en el Fondo Sur del Bernabéu. Coraje, bemoles, profesionalidad e integridad. Una pena que ya fuera tarde para intentar mucho más. Una pena que un árbitro tan cobarde como Webb se tragase el silbato en el penalti que Santana le hizo a Cristiano en la última acción del choque. Una pena que Cristiano y Xabi Alonso no estuviesen en plenitud de condiciones físicas. Una pena que esto acabe así...

Afición ejemplar. El espíritu de combate que exhibió desde la portería Diego López, enorme con una parada galáctica y con su valentía subiendo a rematar un córner cuando el 3-0 estaba a tiro, estuvo a la altura de un Bernabéu conmovedor, comprometido, enchufado desde horas antes, convirtiendo la llegada del equipo a la calle Concha Espina en un espectáculo digno del prime time de la CNN. El madridismo está muy vivo y se niega a arrojar la toalla. No parará hasta ver cumplido su sueño de levantar esa Décima que se resiste hasta empezar a adquirir un perfil utópico. La gente apretó con grandeza, rugió al principio y al final, cuando los calambres agarrotaban a unos jugadores que ya no podían tirar de su alma atormentada por la falta de ideas y de oxígeno. Llegué a dejar de creer antes del gol de Karim y estuve a punto de abandonar la nave (los micrófonos de Carrusel son testigos y no me escondo), pero desde el 1-0 rescatamos ese Bernabéu mágico con 82.000 locos que siempre creen en el mito de este escudo inmortal...

Mou, ¿por qué? Vi llorar a Ramos abrazado a Casillas y ahí entendí que el Madrid es eterno. Por eso me dolió que Mourinho, en la noche en la que sufrimos un puñetazo terrible en el estómago, anunciase que posiblemente se vaya. Entonces, ¿para qué renovó hasta 2016? Se queja de falta de cariño. En tres años no ha entendido la grandeza de este club. Me siento más del Madrid que nunca. ÁNIMO.