Si le compra Skorpios a los Onassis...
Todo lo que se puede arreglar con dinero tiene remedio. Esta sentencia se la escuché a un potentado que sería pobre de pedir al lado de Dmitry Rybolovlev, cuyo último capricho ha sido adquirir la Isla de Skorpios a la Familia Onassis por 117 millones, más de lo que el Madrid pagó por Cristiano. Abrirse de capote ante los Onassis no está al alcance de cualquiera. Y si encima es para comprarles la tierra donde está enterrado el patriarca del clan, Aristóteles, ya nada me hace pensar que Rybolovlev no pueda fichar a Mourinho. Ni a Messi, si me apuran. En plenos esfuerzos de Platini por arrancar el fair play financiero, los billonarios rusos amenazan el orden tradicional del fútbol inyectando dinero en clubes medianos que van haciendo sombra a los grandes.
Lo vimos con Abramovich en el Chelsea (y Rybolovlev también cuenta con el poderío de Abramovich, además de nuevo dueño de Skorpios, también posee un Airbus 340 y un yate de cien millones) luego con el Manchester City y más recientemente con el PSG, que le puso las peras al cuarto al Barça en la Champions. ¿Qué se puede hacer para evitar que el dinero desequilibre la competición? De momento, en lo que al Madrid y al Barça concierne, resistir como sociedades deportivas. Porque en el momento en que pasaran a ser sociedades anónimas serían un blanco perfecto para los Rybolovlev. Y lo siguiente será olvidarse de los Cristianos y Messis del futuro. Esos jugarán en el Mónaco o en el PSG salvo que en vez de fair play financiero se pongan límites salariales.