Baumgartner, hombre sin miedo
Estar junto a Felix Baumgartner impresiona. Es un hombre que se enfrentó a lo desconocido, lo cual equivale a citarse con la muerte. Bajo sus pies había 39 kilómetros de vacío. Pero lo tremendo es encontrarse solo en una situación semejante. Solo en el globo que le conducía hasta la estratosfera. Solo en el momento en el que su equipo le indicó desde la Tierra que había llegado el momento. Solo cuando decidió abrir la cápsula. Solo al asomarse al vacío. Una soledad como para tumbar al más pintado. Pero Felix Baumgartner es más que eso. Se aprecia en su físico imponente. Poco más de 1,70, a punto de cumplir 44 años, fuerte, compacto, recio, su cuello revela trabajo de gimnasio, pelo corto, nacido para volar tatuado en el brazo...
Baumgartner transmite la sensación de que el miedo no existe. Quizá sea porque siempre tiene todo bajo control. Parece una contradicción cuando a lo que se dedica es a hacer lo que nunca nadie ha hecho. Pero en sus retos los riesgos están calculados. Todo parece tenerlo medido. Desde su salto, apenas ha concedido entrevistas. A laureus.com por su nominación, la conferencia de prensa en los premios y, a continuación, un cara a cara con los medios acreditados. Una persona metódica donde las haya, que apenas sonríe. Al menos en público. En la conferencia de prensa de los Laureus sólo lo hizo para reconocer que con la vida que lleva no puede pensar en casarse o en tener hijos. Pero volveremos a saber de él. Parado no sabe estar.