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Abidal: la Ciencia y la Voluntad

A todos nos puso anoche la carne de gallina. Aquella noticia de que Abidal tenía cáncer de hígado nos abrumó: estamos preparados para las lesiones de los deportistas, accidentes relacionados con la heroica dureza de su tarea. Pero no estamos preparados para que caigan enfermos, para que la Naturaleza les traicione. Es algo desconcertante. Y peor si se trata de algo tan extremo como el cáncer, una enfermedad que durante tiempo nos ha espantado. La considerábamos una condena. Tanto es así que aún hay reparo a mencionarla y se recurre al ‘tumor’, a ‘algo grave’, a ‘murió tras larga y penosa enfermedad’.

Pero la Ciencia y la Voluntad lo pueden todo. Al ver a Abidal saltar ayer al campo a todos se nos puso un nudo en la garganta. Sí, era un regreso deportivamente intrascendente, con 5-0, en un partido resuelto, pero significaba un hito en la Historia, un gran salto para la Humanidad. No conozco caso alguno de jugador trasplantado que haya regresado en la alta competición en un deporte de contacto. Es difícil saber qué recorrido por delante puede tener todavía su carrera, si podrá algún día resistir partidos completos y de alta exigencia. Pero el primer tramo, el más difícil, ya se ha hecho. Ha vuelto.

En Abidal se pueden ver hoy todos los enfermos en circunstancias difíciles. De cáncer o de cualquier otra cosa. Trasplantados u operados de cualquier dolencia grave. El fútbol nos envió ayer un mensaje de optimismo, de confianza en el progreso de la medicina, de autoestima como especie, de seguridad en que nunca hay que rendirse. Admirable la flema con que Abidal agradeció al final a su primo, el donante, a las personas que le han rodeado y ayudado, a todo el mundo. Era la paz interior de un hombre que sabe algo y que nos lo ha podido enseñar saliendo a jugar al fútbol otra vez un partido oficial.