Diego López, una historia de cuento
Si De Gea se erigió en figura en el Santiago Bernabéu, Diego López devolvió cortesía en el Teatro de los Sueños. Atrás quedan los tiempos de mascar chicle y calentar el banquillo de Nervión, de creer que su infancia y su corazón madridista quedarían como un hermoso recuerdo en su currículo.
Diego parecía haber tocado su cénit, precisamente en Old Trafford, defendiendo al Villarreal. Cristiano era entonces el crack del United. Hizo cuatro paradas de mucho mérito en aquel memorable encuentro. En El Madrigal multiplicó por dos el número de paradas y Ferguson no pudo más que rendirse a aquel portero tan espigado como sobrio. Un tipo fiable. Anoche, Diego lo volvió a hacer. Su único error lo enmendó con un paradón a Welbeck en el primer tiempo. Al único que no pudo parar fue al infortunio de Sergio Ramos. En la reanudación, cuando el Madrid encarriló la victoria con el gol de Cristiano, se erigió en una figura tremenda. Esto habla de su enorme empaque, de su gran categoría y, por supuesto, del corazón del Manchester, un equipo impresionante por su manera de no rendirse nunca, que con diez hombres, casi medio tiempo, encontró caminos para hacer hasta cinco ocasiones que el meta gallego supo desbaratar. Es muy difícil evitar que la sombra del mejor portero del mundo, Iker Casillas, no sea alargada.
Su alegría ayer, la del hombre discreto con unos valores incuestionables, es la del madridismo. Las llaves de la puerta de la Casa Blanca están bien custodiadas. Su partido fue formidable y su regreso a Old Trafford, una historia de cuento. Un héroe del silencio.