La estabilidad llega al Calderón
El día más inesperado por lo que tiene de oportunidad de máxima notoriedad desperdiciada entre la marabunta del United-Madrid, el Atleti oficializa la renovación del Cholo Simeone por cuatro temporadas. Más allá de la extraña selección de fecha, la noticia es magnífica para los rojiblancos. Sí, cuatro años son muchos y, sí, quizás no los cumpla, como ya adelanta tanto agorero minutos después de confirmarse la noticia. ¿Y qué? ¿Cuántos contratos de una temporada no se completan? ¿Y si en vez de cuatro está doce? En serio, qué ganas de aguar el vino.
Los cuatro años, da igual los que acaben siendo, simbolizan que el Atlético al fin apuesta por la continuidad, que el club da respaldo absoluto a un entrenador, con lo que eso refuerza su autoridad sobre el vestuario. Y quien piense que, una vez firmado un contrato tan largo, Simeone se va a relajar y darse a la buena vida no ha estado prestando atención. ¿De verdad les parece el Cholo un tipo dado a dejarse llevar? Seamos serios…
Además, la renovación del argentino es la mejor garantía que podía tener la afición rojiblanca de que no se le desmantelará el equipo este verano: Simeone no ha querido firmar hasta que los dirigentes no le han asegurado que se mantendrá el nivel de la plantilla, que se irán pocos y, los que se vayan, serán sustituidos por otros de un nivel similar. No imagino al Cholo comprometiéndose con ellos por tantos años si tuviera dudas.
Y muy desagradecido sería por parte de los directivos jugársela a quien llegó a salvarles en su peor momento, cuando todo el estadio coincidía en señalarles al fin. Recurrieron a Simeone como personaje, un movimiento populista para calmar al Manzanares, pero dónde sólo buscaban un símbolo se encontraron un entrenador. Uno como la copa de un pino. Es día de fiesta en el Atleti. Ojalá cuatro años sean pocos.