Un derbi en una final es mucho más
Con el calendario despejado por la entrega gratuita de la Europa League y el entretenimiento dominical de una Liga casi cerrada (lejos la corona y también el descalabro de no entrar en Champions) el Atlético tiene más de dos meses para preparar plácidamente su fecha en rojo. Su sexta final en cuatro años, el tipo de episodios que generan felicidad a su gente y prestigio al escudo (se mide en títulos, no en posiciones; por eso debería pelearlos).
Pero ésta es la más importante. Como lamenta alguien desde Seattle que ya sabe que no va a poder presenciarla, un derbi en una final es mucho más. Los chicos de su edad han visto levantar trofeos al Atlético, pero aún no han disfrutado de una victoria sobre su eterno rival. Entre los complejos que agarrotan a los jugadores y la moda de relativizar el cruce con la que se desmarcan los técnicos, no ha habido forma. Y quizás ya les toca. Sobre todo porque Simeone sostiene (y cumple) que las finales no se juegan, se ganan. Si lo mantiene también ante el Madrid, ya nadie podrá retirarle en esa casa el tratamiento de Dios.