Madrid y Atlético, ante su quinta final
Partido tremendo en Sevilla, partido copero. Tengo que insistir en ello: hay una verdad en el fútbol de la Copa que raras veces la Liga ofrece. El de anoche fue un monumento a la Copa, un fútbol apasionado, de entrega, cargado de ocasiones y goles, de una intensidad sin igual. Ni siquiera terminó de estropearlo el final bronco, que llegó cuando el Sevilla se quiso desquitar malamente de un destino que consideró injusto. Porque a pesar de irse al descanso perdiendo 1-2, al regreso del vestuario puso fútbol, fe y ocasiones en cantidades suficientes como para darle la vuelta al marcador. Pero no lo consiguió.
El Atlético pasa a la final con Diego Costa más engrandecido aún. He aquí un jugador de maduración tardía, al que se veían relámpagos de clase desde que apareció por aquí, pero sólo relámpagos. El resto del tiempo eran apagones o broncas. Cuajó el año pasado en el Rayo y esta temporada ha ido a más, hasta suplantar discretamente a Falcao en el corazón de la hinchada rojiblanca. Sigue siendo bronquista, pero da la impresión de ser él quien domina la tensión. Y juega un rato bien. Ayer marcó un gol, dio el otro y provocó dos expulsiones en el rival. Mitad guerrero, mitad artista, nada de monje. Y goleador.
Así que habrá final entre los dos clubes madrileños, la quinta en la historia. Y es curioso: el Atlético ha ganado tres, las tres que se jugaron en el Bernabéu, dos seguidas en años de Peiró y Collar, y la otra ya con Schuster y Futre; el Madrid ganó la única que se jugó en el Calderón, años finales de Amancio. ¿Dónde jugar ahora? Un criterio de capacidad sugeriría el Bernabéu, uno de alternancia sugeriría el Calderón, pues la última, la de Schuster y Futre, fue en la sede madridista. Lo que resulta una humorada sin sentido es la sugerencia del Camp Nou que parte del Madrid. Ganas de discutir, supongo.