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Canarias y recortes de generosidad

Ya sé que corren malos tiempos pero es, justo ahora, cuando se descubre lo mejor y lo peor que tenemos. Es ahora cuando más necesitamos altura de miras, sensibilidad, generosidad y una imprescindible solidaridad con aquellos que peor lo están pasando. Puedo asegurar que en mi parcela me estoy esforzando. También es el momento de saber discriminar, donde se puede, o no, dejar menos dinero. Canta Sabina en una canción ¿quién me ha robado el mes de abril? Y yo creo que, como nación, como sociedad, lo que nos robaron fue el siglo XIX, donde sucedieron hechos tan trascendentales como la Ilustración, la ciencia, la industrialización, el Romanticismo, y la nueva mirada sobre el paisaje, la aventura moderna, en definitiva, la civilización y el mundo moderno.

Todo eso nos lo perdimos y, a cambio, entramos en las guerras carlistas en las que, a veces, me da la sensación de que seguimos anclados, sin recuperar ese siglo perdido. Toda esta introducción viene a cuento de la carta que he firmado pidiendo que se proteja la red de los Parques Nacionales de Canarias, que no sólo es la joya de la naturaleza de las islas sino de toda España. El recorte brutal de la administración autonómica canaria va a poner en cuestión lo más básico que nos queda, en una parte de nuestro país que vive del turismo, con más de seis millones de visitantes que caminan por aquellos Parques. Estamos hablando de la campaña contra los incendios, el mantenimiento de los senderos, el centro de visitantes, la educación ambiental y una larga lista de cosas que se perderán o se quedarán reducidas al mínimo. En mi opinión, y en la de muchos ilustres defensores del medio ambiente como el catedrático Eduardo Martínez de Pisón, la desdichada sentencia del Tribunal Constitucional del 2005 que entregó la administración de los Parques Nacionales a las comunidades autónomas, está en la raíz de muchos de los males que aquejan a esas joyas de la naturaleza y biodiversidad que son de todos.

Justo es ahora cuando debe salir lo mejor del ser humano, no la insolidaridad egoísta, sino el mayor grado de civilización y cultura, nuestra mayor cohesión, nuestra inmensa fortaleza solidaria. Y de todos nuestros gobernantes mayor altura de miras, mayor responsabilidad en su labor. No podemos recortar la generosidad. Lo que tenemos en común es tan bello, frágil y delicado que debemos conservarlo y si es posible mejorarlo. Si no lo hacemos no sé cómo podremos contárselo algún día a nuestros hijos. Y felices Navidades.