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Cien años del COE: presencias y ausencias

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Cien años del COE celebramos ayer, y mientras se celebraba la ceremonia pensaba hasta qué punto el deporte que hoy vivimos es tributario del espíritu olímpico. Pensé que muchos de los que lo disfrutan y lo explotan no lo saben, ni quizá sea posible explicárselo. Ellos se limitan a coger agua de la fuente y no se les puede reprochar. Pero si el deporte es en estos tiempos semejante suceso es porque unos cuantos visionarios concibieron, hace algo más de un siglo, un ideal. Y crearon algo hermoso, que por puro hermoso es rentable, y que es tan bueno que ni la codicia de los que sólo buscan dinero en ello lo descompone.

Fue una ceremonia sencilla y grata, para algunos larga, para otros pobre. Pero tuvo el sabor que debía tener. Faltaron algunos de nuestros principales héroes olímpicos y me supo mal: ¿de verdad tenían, todos y cada uno de ellos, algo que les impedía estar en el centenario del COE? Les haré gracia de la relación de ausencias, aquí tienen la foto, ustedes mismos verán quiénes faltaron y discurrirán en qué casos la ausencia fue inevitable y en cuáles hubiera bastado un poquito de voluntad para acudir. En todo caso, el encuentro fue bueno. Y si no estuvieron todos, sí estuvieron los cabales. Y con el Príncipe a la cabeza.

El Príncipe, nuestro abanderado en Barcelona 92, aquellos juegos que tan bien le sentaron al deporte español y a la propia España. Por el deporte dimos una joven y mejor imagen al mundo, por el deporte resolvimos, al menos por veinte años, las desconfianzas entre Cataluña y el resto de España. Ahora que estamos como estamos es buena esta foto que reúne tantas medallas, es bueno que respiremos juntos esos cien años de cooperación en el ideal olímpico. En la plata de la placa que Jacques Rogge entregó a Alejandro Blanco está la síntesis de lo que trato de expresar: el brillo de un ideal, el ideal olímpico.